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viernes, 4 de febrero de 2011

La fuerza positiva del elogio

Entre todas las experiencias que en la vida nos han fortalecido y ayudado a tener una autoimagen sana y una autoestima elevada, se hallan los elogios y las palabras de afirmación que hemos recibido.
Entre las necesidades básicas que tiene todo ser humano, se encuentra la de ser elogido y recibir palabras que lo ayuden a ser verse a si mismo desde una visión positiva.
Esta necesidad existe especialmente durante la niñez, pero estará presente toda la vida. El niño al nacer, como no sabe nada de sí mismo, comienza a percibir desde las expresiones de quienes lo rodean. No sabe si es una persona valiosa y hermosa o si, por el contrario, es alguien sin valor y feo.
Una sana autoestima y autoimagen se forjan, en gran parte sobre las valoraciones que recibimos de los demás. Puede ser de gran ayuda incluir en su pensamiento y su vocabulario frases de aliento, no sólo para los demás sino tambien para usted mismo, frases que reemplacen modelos arraigados de pensamientos negativos.
Es necesario reconocer las "voces interiores"  que nos invaden, juzgan, culpan, nos hacen dudar de todo, exageran nuestras debilidades y errores, y recharzar lo que dicen. Por el contrario, desarrollemos voces de estimulo, ayuda, reconocimiento y confianza.

Frases afirmativas para sí mismo
  • No me angustiaré porque no salió como deseaba, la próxima vez seguramente lo haré mejor;
  • Se empieza por intentarlo;
  • Es mejor equivocarse que no hacer nada;
  • Se que soy importante para Dios, aunque haya fallado en esto;
  • Lo perfecto no es posible, pero pongo lo mejor de mi.
Frases afirmativas para los demás
  • Yo te ayudo;
  • Puedes, lo lograrás;
  • Sí, eres capaz;
  • Bien dicho, bien hecho;
  • Tú puedes hacerlo;
  • Confío en ti;
  • Eres especial;
  • Eres importante;
  • Buen trabajo.
Debemos desarrollar la capacidad de ver lo bueno en la otra persona y expresarlo con palabras que afirmen sus talentos y virtudes.

(Extraido de "Sanación de la autoimagen y la autoestima" Gustavo E. Jamut)

Los niños aprenden lo que viven

Si los niños viven en la crítica, aprenden a condenar.
Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños vivien con lastima, aprenden a compadecerse de sí mismos.
Si los niños vivien con ridiculez, aprenden a ser timidos.
Si los niños vivien con viven con celos, aprenden que es la envidia.
Si los niños vivien con verguenza, aprenden a sentirse culpables.
Pero, Si los niños vivien con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
Si los niños vivien con estímulos, aprenden a ser confiados.
Si los niños vivien con elogios, aprenden a apreciar.
Si los niños vivien con aprobación, aprenden a quererse a sí mismos.
Si los niños vivien con aceptación, aprenden a encontrar amor en el mundo.
Si los niños vivien con reconocimiento, aprenden a tener un objetivo.
Si los niños vivien compartiendo, aprenden a ser generosos.
Si los niños vivien con honestidad y equidad, aprenden qué es la verdad y la justicia.
Si los niños vivien con seguridad, aprenden a tener fe en sí mismos y en quienes los rodean.
Si los niños vivien en la amistad, aprenden que el mundo es un bello lugar para vivir.
Si los niños vivien con serenidad, aprenden a tener paz espiritual.

(Dorothy Law Nolte)

lunes, 31 de enero de 2011

Nadie puede dar lo que no tiene

Sólo cuando estás bien contigo mismo puedes estar bien con los demás; sólo cuando manejas tu soledad puedes manejar una relación; necesitas valorarte para valorar, quererte para querer, respetarte para respetar y aceptarte para aceptar, ya que nadie puede dar lo que no tiene dentro de sí.
Ninguna relación te dará la paz que tu mismo no hayas creado en tu interior. Ninguna relación te dará la felicidad que tu mismo no construyas.
Sólo podrás ser feliz con otra persona cuando seas conciente de que eres feliz incluso cuando no está a tu lado.
Sólo podrás amar siendo independiente, sin tener que manipular ni manejar a los que dices querer.
Para amar necesitas una humilde autosuficiencia, necesitas una autoestima equilibrada y la práctica de una libertad responsable.
Pretender que la otra persona nos haga felices y llene todas nuestras expectativas es una fantasia narcisista que sólo trae frutraciones.
(Keila Annette Barris Véles)

Pequeños detalles, grandes gestos

Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

“Esas pequeñas cosas”

Joan Manuel Serrat

Una gota de agua destruye, poco a poco, una piedra de granito. Algo parecido ocurre en la vida familiar: los roces y los conflictos de cada día desgastan matrimonios, provocan odios entre hermanos y destruyen familias.

La rutina apaga cariños y provoca cansancios que llevan a algunos a buscar, fuera del hogar, lo que ya no saben encontrar entre los suyos.


No basta con estar alerta ante esos peligros, con curar heridas, con evitar nuevos conflictos. En cada hogar, lo más importante es la terapia positiva, el compromiso constante y paciente por construir un clima bueno y alegre, lleno de cariño y amor sincero entre todos los miembros de la familia.


A veces pensamos que no hay tiempo para cultivar la vida familiar, para dialogar largo y tendido sobre lo que pasa a unos o a otros. Pero incluso si fuese verdad (muchas veces no lo es) que falta tiempo para eso, siempre habrá oportunidades "pequeñas" y sencillas para ofrecer detalles de amor entre los esposos, entre padres e hijos o entre los hermanos.

Con un poco de buena voluntad, los pormenores empiezan a ser algo concreto y real. Hoy el esposo abraza a la esposa al volver a casa. Mañana será ella la que le acomode la camisa no con un reproche sino con una especial dulzura.


Los hijos sentirán algo fresco al ver que sus padres les dan un abrazo antes de salir a la escuela o a la universidad, o al encontrar en el desayuno justo aquel "capricho" que tanto les gusta.

Al mismo tiempo, los hijos pensarán cómo hacer más felices y más serenos a sus padres. A veces basta con llamarles, si hacen una excursión con la escuela, para decirles que todo va bien y que el lugar que visitan es muy hermoso. Si han pasado los años y los hijos ya son adultos, los padres agradecen infinitamente cualquier saludo, por teléfono o de otra manera concreta, de los hijos.

Entre los hermanos, uno sabrá ceder al otro el primer lugar en el uso de la computadora, o le invitará a jugar un rato precisamente a aquello que tanto le gusta.

Surge en algunos la objeción, válida y seria, de que tales gestos sólo nacen si existe el amor en la familia. Sin amor, podrían convertirse en ritos más o menos vacíos de contenido o, peor, en gestos hipócritas que esconden intereses egoístas: el beso a papá es sólo una preparación para pedirle nuevamente un poco de dinero...

Es cierto que un detalle "insignificante" tiene valor sólo si nace del cariño. Pero también es verdad que el simple hecho de pensar en cómo alegrar a los de casa, en qué puedo hacer para que el otro supere un problema o sienta más ánimos, me lleva a salir de mí mismo y me introduce, sencillamente, en el mundo del amor.

En algunos casos, incluso, uno empieza a buscar qué detalles ofrecer a los suyos sin mucho cariño, como una especie de esfuerzo por "cumplir" y ser mejor. Entonces el gesto que quizá fue realizado un poco mecánicamente me orienta al amor y así prepara el camino para que el próximo detalle sea menos mecánico, más auténtico: poco a poco el amor lo orienta todo y la
propia psicología empieza a ser "heterocéntrica".

"Hay más alegría en dar que en recibir". Dar detalles de amor en familia alegra, ciertamente, al que los recibe. Pero también produce una profunda dicha interior en quien descubre lo fácil que es dar un poco de uno mismo para ayudar a quienes viven bajo un mismo techo y forman parte de una misma familia.

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ALERTA ¡¡Drogas!!

Los estudios sobre drogas señalan tres grandes grupos de factores que intervienen en el consumo o en la prevención: factores personales, sociales y familiares.

La familia centrándonos en el último grupo es un agente clave en la prevención de conductas de riesgo ya que en ella, como ámbito natural de socialización primaria de la persona, se desarrollan los comportamientos, actitudes y valores básicos que el individuo perfeccionará a lo largo de su existencia.

La experiencia muestra que las interacciones que se producen entre los miembros de una familia acaban repercutiendo en su funcionamiento general. ¿Pero cómo puede influir la familia en conductas de consumo de drogas de sus miembros adolescentes?

La percepción de su invulnerabilidad, característica del adolescente, puede inducirle a probar sustancias peligrosas en un estado anímico de aparente control o de ausencia de problemas. Factores de riesgo en las familias Los estudios sobre factores de riesgo asociados al consumo, señalan los siguientes factores relacionados con la familia.

Sobreprotección: Exceso de protección por la angustia que sienten los padres ante unos hijos cada vez más autónomos. Ésta produce en el adolescente poca autonomía, irresponsabilidad, escaso sentido crítico y dificultad para tomar decisiones ya que en todo momento va a necesitar la aprobación, deseada o no, de sus progenitores. Un adolescente que acaba asumiendo las consecuencias de esta sobreprotección comprenderá que él, como individuo, debe ser objeto de aprobación en toda relación y tratará de cumplir expectativas aunque no tengan nada que ver con su escala de valores.

Falta de comunicación: El problema aparece cuando el adolescente, por su lado, y los adultos, por el suyo, perciben que se mueven en mundos totalmente incomprensibles para el otro. Entonces los padres tienden a establecer un paralelismo continuo entre sus experiencias y las que no acaban de entender en su hijo. La situación genera introversión, inseguridad y ansiedad en el joven puesto que percibe que su mundo emocional es cuestionado constantemente.

Dificultad para fijar límites: La permisividad o rigidez de los adultos son igualmente dañinos para el adolescente y aún más nociva será la oscilación entre ambos sin un motivo definido. La permisividad acarrea dificultades para interiorizar normas. La rigidez genera falta de flexibilidad en el cumplimiento de las normas o una tendencia a la transgresión de las mismas. La oscilación entre ambos extremos expone al adolescente a una situación de indefensión, en la que no sabe qué es lo que se espera de él.

Situación familiar conflictiva: La relación conflictiva entre los padres produce cambios bruscos de comportamiento e incremento de la ansiedad en los hijos. Aunque el proceso evolutivo del adolescente le lleva a diferenciarse de su familia, ésta sigue siendo -aun por contraposición- la referencia central en su proceso de maduración.

Sobreexigencia: Exceso de expectativas sobre el adolescente. El afán de que los hijos obtengan éxito y logren las mejores oportunidades puede ocultar a los padres las verdaderas capacidades, necesidades y deseos de sus hijos. Y, en consecuencia, quizá estos pueden llegar a sentirse infravalorados.

La sobreexigencia favorece la falta de motivación y añade dificultades para aceptar los fracasos. Todos estos factores se correlacionan con el consumo de droga pero no lo implican necesariamente. No puede negarse la influencia de los factores de riesgo en el entorno familiar, pero no son los únicos, estos confluyen con otros factores individuales y sociales en el inicio y mantenimiento de las conductas de consumo.

¿Cómo proteger dentro de la familia?

No existen fórmulas magistrales para evitar el consumo de sustancias en los hijos adolescentes. Cada adolescente es diferente. Nada arreglará que hablemos de las drogas con nuestros hijos si antes no hubo un acercamiento sincero a su mundo emocional y el deseo de hacerles notar que pueden contar con nosotros cuando lo deseen y necesiten.

En todo caso siempre podemos reconocer el mayor número de los factores de riesgo en nuestro ámbito familiar y transformarlos en factores de protección:

Protección orientada a la autonomía. Estar pendientes para evitar riesgos innecesarios pero pretendiendo que sean ellos los que vayan formando sus propios criterios. Se trata de que nuestro hijo tenga una autoestima alta y equilibrada que le permita desenvolverse sin lanzarse a riesgos innecesarios.

Comunicación. Escuchar desde las necesidades de los adolescentes. Intentar no juzgarles e invitarles a la reflexión. Establecer límites claros y estables. Ayudarles a ser autónomos no implica permitir que hagan lo que quieran. Los límites producen, entre otras cosas, seguridad.

Coherencia. No podemos pretender que nuestros hijos no consuman sustancias tóxicas si nosotros no somos capaces de no excedernos o de mantener una posición sin ambigüedades al respecto. Los adultos quizá seamos capaces de buscar el equilibrio pero no olvidemos que la adolescencia es una etapa de extremos.

Exigencia. No se trata de pedirles lo imposible, pero tampoco de permitirles desaprovechar sus capacidades e ilusiones.

La información sobre la peligrosidad de las drogas no es suficiente y en ocasiones resulta ineficaz. La labor de los padres ha de estar orientada a establecer vínculos familiares sanos, a ocuparse y no "preocuparse" del ocio de sus hijos e incrementar la autoestima de los adolescentes para que sean ellos, desde su propia seguridad, los que puedan decir: "no".

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¿Soy exitoso?

Es muy satisfactorio ver que los hijos triunfan en sus estudios. Por eso muchos de nuestros esfuerzos como padres están encaminados a lograrlo. Sin embargo, si bien es maravilloso que los hijos se destaquen académicamente, es peligroso caer en el error de que el reconocimiento público de sus éxitos se convierta en el objetivo primordial de lo que hacemos.

Pero más peligroso aún es que los padres vivamos sus victorias como una credencial de nuestra idoneidad como tales o como una forma de sobresalir a través de sus logros. Y en esta forma nos sea difícil distinguir si lo que ambicionamos es para beneficio de nuestros hijos o para beneficio de nuestros egos.

La educación académica de los hijos parece que no ha escapado a la influencia de la búsqueda desaforada de la fama que caracteriza una cultura centrada en el éxito como valor supremo (entendido en términos de destacarse más que los demás). El "exitismo" ha dado lugar a que el objetivo de todo lo que se haga sea para ocupar un lugar sobresaliente o lograr la glorificación de nuestro nombre. Así, no es raro que ahora se le dé más importancia al status académico y social de los colegios que a la formación de sus alumnos, y que las calificaciones nos sirvan ante todo para comparar la posición que nuestros hijos ocupan respecto a sus compañeros.

Sin embargo, hoy día los hijos ya no se destacarán por lo que sepan ni por lo que ganen, sino por lo que hagan con lo que saben y tienen. Nuestros hijos tendrán más éxito en su vida si nos proponemos a despertar en ellos el entusiasmo por saber para servir, y si los animamos a dejar de ser receptores pasivos de información o espectadores indiferentes de los problemas para convertirse en protagonistas de los cambios que tanto necesitamos.

Lo importante será entonces ofrecerles una educación que los humanice y libere porque les ofrezca nuevos ojos para descubrir el mundo y nuevas armas para construir una existencia plena, ayudándolos a ver todo lo que con sus conocimientos pueden realizar. En esta forma se favorecerá la formación de hombres y mujeres más capaces de desarrollar su potencial para contribuir activamente a la construcción de un mundo mejor.

El éxito no es un destino, es un camino. Lograremos más si nos centramos en alcanzar él éxito como padres en lugar del de nuestros hijos como estudiantes. Triunfamos como tales cuando respetamos la dignidad de nuestros hijos y los animamos a desarrollar sus talentos y alcanzar sus sueños a pesar de que no coincidan con los nuestros; cuando conseguimos que su vida se rija por el deseo de ser mejores personas y no por el ansia de obtener más honores; cuando tienen claro que su victoria no depende del alcance de su fama ni de el monto de sus bienes, sino de la magnitud de sus aportes. Y cuando nos dedicamos a cultivar en ellos las virtudes que enriquecen su vida porque se ocupan de contribuir en lugar de preocuparse ante todo por sobresalir.

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Iniciativas para profesionalizar y redescubrir el valor del espacio doméstico.


Gestionar hogares inteligentes

Después de una larga jornada laboral, un disgusto o un éxito, llegar a casa es un deseo común. Pero la casa del siglo XXI ya poco tiene que ver con aquel "dulce hogar" de nuestros abuelos. Sacar un hogar adelante requiere invertir tiempo e inteligencia. Por eso surgen iniciativas para reaprender a gestionar el espacio doméstico y profesionalizar –adaptándolas a las necesidades actuales– tradiciones y tareas.

Cuando en 1958, durante lo que se llamó el "gran salto adelante", Mao y el partido comunista chino crearon 2,6 millones de comedores comunales, no podían imaginar que esta medida provocaría una hambruna que iba a ocasionar casi 60 millones de muertes. A pesar de la cantidad de comida disponible, el aumento del consumo, el despilfarro y la mala gestión de los alimentos sobrantes fueron la causa de un rápido agotamiento de los alimentos. "En seis meses, la eliminación de las comidas familiares precipitó una hambruna que duró hasta que fueron reinstauradas", asegura Sofía Aguirre, profesora de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Católica de América. Aunque también otras causas contribuyeron a la catástrofe, "las comidas familiares desempeñaron un papel crucial en el comienzo y en el final de la hambruna".

Una iniciativa en este mismo campo, aunque esta vez a la inversa, es la que la Fundación Nginn Karet realiza en la actualidad en Camboya, para la recuperación de habilidades domésticas y la regeneración de aldeas rurales arrasadas por los Jemeres Rojos. Con la ayuda de esta fundación, los habitantes de algunas zonas rurales han reaprendido a sembrar, cocinar, alimentar a los hijos y cuidar el ganado, y poco a poco el nivel de muchas pequeñas poblaciones se está regenerando.

Repercusión de los hábitos alimentarios

La ruptura del hogar no es, por tanto, un fenómeno exclusivamente occidental. Los problemas educativos derivados de las largas horas de ausencia de padres y madres en el hogar; la creciente obesidad infantil por una inadecuada alimentación y otros problemas de socialización y comunicación hacen inaplazable la búsqueda de soluciones. Pero mientras gobiernos y empresas siguen avanzando en la lenta negociación sobre la flexibilización de horarios, ¿por dónde empezar?

Una reciente investigación de la Universidad de Paderborn(1) afirma que un elemento catalizador de estos cambios, al menos en Alemania, está siendo los propios jóvenes. En sus conclusiones, presentadas recientemente en el congreso "Excellence in the Home", (Londres, 8-9 de mayo de 2006)(2), se asegura que "los jóvenes ven las comidas familiares como un espacio significativo para la conversación" y que, en consecuencia, "la participación en ellas cada vez adquiere mayor importancia".

Apoyándose en esta realidad, la autora del estudio, Kirsten Schlengel-Matthies, profesora de la Facultad de Ciencias Naturales, se ha embarcado en un plan –Proyecto Revis– para reformar la educación sobre nutrición y consumo que se imparte en las escuelas. "No se trata de enseñarles solo cómo alimentarse de una manera sana, con información sobre la cantidad de comida que necesitan y quizá algún dato económico o ecológico, sino de hacerles reflexionar sobre los hábitos alimentarios", afirma. En su opinión, hacen falta profesores "que tengan sensibilidad hacia los problemas que se relacionan con la comida, y muestren a sus alumnos cómo el modo de comer incide en la vida familiar, para que aprendan a organizarse y a adquirir responsabilidades sobre ellos mismos y sobre otros".

Programas escolares

En el fondo de la investigación de la Universidad de Paderborn subyace una cuestión básica: el papel tradicional de la mujer en la alimentación, que tenía un marcado significado para la vida familiar y era importante para la comunicación y la socialización de los hijos, no puede mantenerse ya de un modo generalizado por la mayoría de las familias. Lo que era aplicable hasta el siglo XX –tres comidas en familia– ya no lo es ahora. La oferta y la demanda de alimentos ha variado de manera radical; también la tecnología disponible para su preparación –las cocinas parecen talleres, dotados de modernos electrodomésticos, y la casa comienza a gestionarse cada vez más de un modo científico– y, lo que es más importante, el tiempo –el dato esencial– resulta un bien cada vez más escaso en generaciones de mujeres incorporadas al mercado de trabajo.

La enseñanza escolar sobre hábitos alimentarios saludables y sobre su repercusión en los estilos de vida no es algo propio de Alemania. La alarma sobre la obesidad infantil hizo implantar esta materia hace ya algunos años, en el marco del área de Diseño y Tecnología, también en Gran Bretaña. Allí, el 15 por ciento de los adolescentes de quince años y el 8,5 por ciento de los niños de entre seis y doce se consideran clínicamente obesos.

Por ese motivo, desde 1998 se está llevando a cabo un programa de educación escolar –"Focus on Food Campaign"– como apoyo a las clases que reciben los alumnos de primaria y secundaria. La iniciativa tiene su parte divertida, ya que las prácticas se dan en autobuses diseñados a propósito, que disponen de cuatro cocinas perfectamente equipadas y un pequeño comedor. "La educación en la comida es importante y a veces no se recibe en casa. Con estos autobuses se pretende dar ideas básicas sobre cocina, alimentación, comida saludable e higiene de los alimentos. Aquí lo pasan bien y, además, si aprenden a cocinar, a sentarse juntos a la mesa, a usar los cubiertos, es posible que lo practiquen en el futuro", asegura Anita Cormarc, directora del programa.

Potenciar la comida familiar

El peso de la familia y, más en concreto, de las comidas familiares en el desarrollo económico sostenible de un país es otro factor positivo a favor de la recuperación del valor del hogar. A partir de un estudio reciente del National Center on Addiction and Substance Abuse de Estados Unidos, Sofía Aguirre concluye que "existe una relación estrecha entre las comidas familiares y la producción de capital humano, social y moral". "Los datos empíricos avalan que las comidas familiares frecuentes fortalecen las relaciones familiares, aumentan los resultados académicos y ayudan a prevenir el consumo de drogas(3)".

Sin embargo, Aguirre no cree que la educación resuelva por sí sola la ausencia de comidas familiares y su consecuencia sobre el capital humano de un país. "En esos encuentros diarios hay una relación interpersonal que no puede pedirse prestada ni educarse", asegura; "tampoco pienso que un gobierno o unas instituciones intermedias puedan sustituir el contexto familiar; muchos de los problemas que hoy en día se les plantean a los jueces, políticos o profesores se resolverían más bien por la propia familia en el cuarto de estar, el comedor o la cocina de un hogar".

Potenciar y fortalecer la comida familiar se considera un buen elemento en el conjunto de medidas dirigidas a reforzar la estructura de la familia, aunque según esta profesora de Economía y Negocios, esto no será posible sin un cambio de enfoque: "Por ejemplo, en cualquier medida de flexibilidad laboral que se proponga, la familia debe contemplarse como una unidad y atender a sus necesidades de manera conjunta; largos horarios de trabajo para los padres y cortos horarios escolares, combinados con una miríada de actividades extraescolares para los hijos no resuelven nada… En el hogar, el tiempo es un elemento importante para todos y el ahorro en el transporte debería ser una prioridad".

También la distribución de ese tiempo debe considerarse, ya que, generalmente, "la mujer tiene la responsabilidad principal en la ejecución de las tareas domésticas, especialmente en el área de compra y preparación de la comida, incluso cuando trabaja fuera de casa". En su opinión, "no es accidental que las mujeres que trabajan fuera del hogar tengan un nivel de estrés muy grande". Todo esto repercute en la productividad laboral, y las empresas están preocupadas. El modelo de organización en el que el padre trabaja a tiempo completo y la madre a tiempo parcial, ya no funciona. "La mujer no ha dejado de ocuparse de la casa, aunque no cocine, y esto hay que tenerlo en cuenta y reconocer las distintas formas de hacer en el marco laboral, poniéndolas en el contexto de la familia, para buscar soluciones, porque la dinámica ha cambiado", afirma Sofía Aguirre.

Profesionalizar el hogar

Mary Hunt, presidenta de Home Advantage Plus(4), descubrió hace unos años la existencia de una paradoja en muchas familias: "cada vez hay menos tiempo y dedicación al hogar y simultáneamente existe un mayor interés por mejorar y conciliar el ámbito doméstico y laboral, como puede comprobarse en programas de televisión y en la abundancia de publicaciones sobre la casa y la alimentación".

Su empresa, fundada en Estados Unidos, parte de una realidad: el 70 por ciento de los matrimonios trabajan y muchas de las actuales generaciones no han recibido ningún tipo de experiencia doméstica en la familia. Desde Home Advantage Plus ofrece cursos a empresas y otros colectivos con el fin de que los participantes extiendan sus técnicas y habilidades profesionales al ámbito del hogar. "Toda la estrategia se apoya en que el trabajo de una casa es cíclico y, por lo tanto, se puede planificar, delegar, organizar, dirigir y controlar. Aprender a profesionalizarlo reduce el estrés y los resultados benéficos sobre la salud inciden en la productividad de cada persona en su puesto de trabajo", afirma.

Hunt ha comprobado el interés de muchas empresas por ofrecer cursos de ese estilo a los empleados e incluso ha encontrado varias que gratifican con incentivos a los que siguen los cursos, especialmente si su relación laboral es de teletrabajo y desempeñan sus funciones desde el propio domicilio. La mayoría de los asistentes son mujeres, pero también hay hombres –alrededor de un 20 por ciento del total– que quieren aprender y contribuir a que la vida familiar sea más grata.

La necesidad de ejercitarse en estos trabajos también es patente en otros ámbitos culturales. "En Gran Bretaña hay ya dos generaciones de padres que no los han aprendido en sus casas, con lo cual la solución es que los padres se preparen para hacer esas tareas con sentido profesional", asegura Maria Pia Chirinos, profesora de la Facultad de Filosofía de la Universidad de la Santa Cruz y autora del libro "Claves para una antropología del trabajo"(5).

En su opinión, "para tener una vida equilibrada hay que tomarse en serio que todos estos trabajos pueden llegar a ser una auténtica profesión. El mensaje está muy arraigado en el mundo anglosajón, por eso es más frecuente encontrar estudios en el ámbito superior o universitario en Nueva Zelanda, Australia o Estados Unidos". Chirinos señala que también existen estudios a nivel técnico profesional, "para la parte práctica, que es muy importante y a veces puede aparecer como monótona, aunque justamente lo artístico empieza por medio del ejercicio y de la repetición. Con estos estudios se intenta transmitir el sentido profesional y artístico de estos trabajos, para crear hogares satisfactorios para sus propios miembros y que estimulen su responsabilidad personal".

familiasur.org

La familia y la violencia

Hablando con mi hijo sobre la Violencia

“A mi no ve va a pasar”, suele ser lo que se dice sobre muchas situaciones relacionadas con la violencia. Y es que nadie quiere sufrir de la violencia, ser violento ni que sus hijos adolescentes sean violentos. Bien lo dice el significado que se puede encontrar en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “la violencia es la acción contra el natural modo de proceder”. La palabra violencia procede del latín violentia, que significa hacer las cosas por la fuerza.

La violencia provoca violencia. Incluso quien es víctima de violencia en otras circunstancias es victimario: él mismo es violento. Quien realiza actos violentos suele hacerlo motivado principalmente por su afectividad: emociones como pueden ser los celos, la envidia, el enojo o el rencor toman por asalto a la persona y la llevan a una espiral de violencia. La violencia refleja desamor. De la indiferencia, los celos, la envidia y la falta de perdón se llega al odio que tiene su manifestación en la violencia. En muchas ocasiones la violencia ocurre por el uso de drogas, por la ingesta inadecuada de alcohol y por otras faltas de equilibrio en la propia vida. La violencia no suele venir sola y la persona violenta quiere decir algo más.

La violencia puede ser una salida fácil, pero es una salida falsa para quien se siente aislado, acorralado, atemorizado o indefenso. Curiosamente, el violento se siente muchas veces víctima, está triste, no se siente querido. Cuando tiene oportunidad de defenderse o de hacerse justicia él mismo, lo hace con agresividad y violencia.

La violencia en el entorno y en los medios de comunicación

¡Parece que está de moda la violencia! Esto es un disparate pero es parcialmente cierto. En el entorno suele haber muchos ejemplos de violencia: la violencia en las ciudades es tema de conversación frecuente, la inseguridad para los ciudadanos ha aumentado por múltiples causas que no analizaremos en este artículo; en la televisión ha aumentado el uso de la violencia en programas de todo tipo incluidos los noticieros, las caricaturas y los anuncios publicitarios. ¡Está en todas partes! Casi podríamos decir que la cultura que los medios de comunicación sensacionalistas quieren promover está inmersa en individualismo y violencia. De cada uno de nosotros depende el no actuar así, el rechazarla, pero no cabe duda que estamos expuestos a esos mensajes que nos bombardean muchas veces cada día, y a nuestros hijos también.

Ante esta cantidad de mensajes repetitivos que muestran violencia, es importante que todos los miembros de la familia platiquen sobre los contenidos de los medios de comunicación, que sepan que no son neutros sino que tienen siempre un efecto en cada uno de nosotros y tratar de que cada uno pueda ser crítico sobre lo que vio o escuchó para que sea más consciente de lo que quiere que una película, un programa o una escena o imagen le deje como aprendizaje o como elemento a incorporar a su personalidad. Cada uno decide si enriquece o no su personalidad y con qué valores la enriquecerá y la formará.

Prevención: contraatacando la violencia desde la familia

Por otra parte, algunos han perdido la preocupación por las consecuencias del propio actuar. Sin embargo, la realidad nos muestra claramente que todo lo que hacemos tiene unas consecuencias. La familia es el lugar ideal para que desde chicos se aprenda esta lección que es de gran utilidad a lo largo de la vida.

Cuando se pierde el cariño, el respeto, la consideración y la comprensión hacia el otro entra la tristeza y se deja el terreno fértil para la violencia. Un camino para evitar ser violento está en construir relaciones interpersonales sólidas y de buena calidad con nuestros familiares y amigos. La buena comunicación, el interesarse por lo que es más importante para el otro, la empatía, el asegurar suficiente tiempo para convivir, el dar oportunidad a todos de expresarse, el no hacer coaliciones en las familias (hacer subgrupos, dividiendo a la familia), el no ceder al deseo de tener uno o más consentidos y el reconocer, amar y aceptar a cada uno tal cual es, es un antídoto para evitar la violencia y otros fenómenos indeseables como las adicciones y los problemas de alimentación. La clave está en darle a cada uno un lugar importante, aunque las personalidades no hagan tanta química como quisiéramos.

Precisamente hay personas que tiene temperamentos más vulnerables a la violencia. Es importante conocer a cada uno de los hijos para poder ayudarle a identificar las principales tendencias de su temperamento para poder compensarlas mediante el desarrollo de una personalidad atractiva, interesante y virtuosa que supere los excesos o defectos del propio temperamento.

Por otro lado, cuando los padres se esfuerzan por no ser violentos, cuando ellos mismos, la mamá y el papá, juntos y cada uno por su lado, viven de manera armoniosa y pacífica, es más fácil que los hijos sean también pacíficos. La imitación influye en la educación de los miembros de la familia. Los adultos no deberían olvidar que durante toda la vida pueden ir convirtiéndose en mejores personas y que la educación es un proceso que no termina durante la vida, continuamente podemos educarnos, sacar lo mejor de nosotros mismos mediante la vivencia de los valores, desarrollando las virtudes.

Debe elegirse a los amigos. Nadie es perfecto, todos cometemos errores y tenemos defectos, estamos aprendiendo mientras recorremos la vida, pero es importante asegurar que no se reciben malas influencias de quienes nos rodean. Esto es particularmente importante en la pubertad, en la adolescencia y en la juventud, que son edades en las que la persona está formando su criterio y está llena de curiosidad y de ideales e idealizaciones. Muchas veces la adicción a las drogas, el alcoholismo o el inicio temprano de la vida sexual activa se vieron influenciados, entre otros factores, por las amistades.

¿Qué hacer con un hijo violento?

Si la violencia es querer conseguir las cosas por la fuerza y alterar lo que procede por naturaleza, es importante que el violento emprenda:

1. El desarrollo de otras habilidades, como la negociación, el sentido del humor, o el estudio y el trabajo, para conseguir lo que necesita. Es importante que sea crítico consigo mismo acerca de lo que le interesa para dirigir sus esfuerzos a lo que le conviene, a lo que es bueno para él, a lo que le va a hacer un bien en el corto y en el largo plazo. Los padres deberíamos aprender la habilidad de actuar oportunamente, ni antes ni después, para que el hijo no sienta que nos hemos adelantado a él, hay que esperar a que él tenga las iniciativas o ayudarle a despertarlas de manera que sea suyo el mérito, no del papá o de la mamá.

2. El desarrollo de la virtud mediante la vivencia de los valores. Lo que es propio de la naturaleza humana es buscar encarnar las virtudes, tender a todo aquello que enaltece a hombres y mujeres y que nos facilita la vida: la generosidad, la esperanza, la laboriosidad, la responsabilidad, la puntualidad, la sinceridad, la lealtad, la fidelidad, el amor.

En ocasiones, quien es violento no puede salir solo del problema. En el caso de los adolescentes, los padres pueden tomar algunas de las ideas que presentamos a continuación:

a) No debe permitirse que ningún miembro de la familia sea agredido ni verbal ni físicamente. Esto puede llevar a alejarse temporalmente del violento. Toda acción tiene una consecuencia.

b) Es conveniente poner límites. Normalmente los adolescentes están explorando y esperan que los adultos les fijen los límites, les indiquen hasta dónde pueden llegar, qué pueden decir o hacer, qué objetos tomar y qué hacer con ellos, entre otros límites. ¡Los padres no deben olvidar que los adultos son ellos, no sus adolescentes! Para que se respeten los límites debe haber una consecuencia clara cuando se traspasan y el violento puede llegar a perder privilegios (como usar el coche, ir al cine el próximo sábado, jugar en la computadora, entre otros).

c) La ayuda profesional de terapeutas, orientadores, educadores y otras personas con conocimientos atinados y experiencia suele ser imprescindible para resolver problemas de conducta fuertemente arraigados.

d) Trátelo con afecto y cariño, aunque también con firmeza.

e) No le facilite las cosas, no sea su cómplice.

f) Ayúdele a ver las consecuencias de sus acciones y palabras.

g) Hable con él, acompáñelo, no lo sermonee, escúchelo.

h) Perdónelo.

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