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jueves, 22 de abril de 2010

Maternidad cada vez más tarde

La llegada del primer hijo ya no es una experiencia en la vida de una pareja que encaja, naturalmente, cuando el reloj biológico indica el tiempo más efectivo. Lentamente, la maternidad se está "corriendo" más allá de los 30 años, en especial, después de los 35 años.

La mayoría de los nacimientos en el país siguen concentrándose en madres de entre 20 y 29 años ?la etapa de máxima fertilidad?, pero en los últimos 8 años disminuyó el 3% el número de partos en esa década de la vida para aumentar, justamente en la misma proporción, entre los 30 y los 45 años. Esa diferencia se traduce en poco más de 36.000 de los 740.000 bebes que nacen cada año, según los datos de la Dirección de Estadística e Información del Ministerio de Salud.

"En la última década creció la cantidad de mujeres que postergan la maternidad hasta los 35 años o más, sobre todo, en las grandes ciudades. A esa edad, muchas consultan porque les cuesta quedar embarazadas y, en realidad, no es que les cueste más, sino que a partir de los 30 años aumentan los problemas y las pérdidas de los embarazos", señaló el doctor Manuel Nölting, jefe de la Sección Endocrinología Ginecológica del Hospital de Clínicas y presidente de la Sociedad Argentina de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva (Saegre).

Pero, más allá de las complicaciones de la salud que van surgiendo con la edad, los especialistas consultados atribuyen esta tendencia a un cambio cultural y social.

Según un relevamiento realizado en hospitales públicos porteños, por ejemplo, el 10% de las mujeres que consultan para poder quedar embarazadas no tienen pareja. Por otro lado, la Fundación Observatorio de la Maternidad determinó recientemente que en los últimos 25 años se amplió la brecha etaria de la llegada del primer hijo entre las mujeres universitarias y las que abandonan la escuela primaria o el colegio secundario.

"Cuando analizamos la maternidad según el nivel socioeconómico y educativo de las mujeres, y no simplemente por cantidad de nacidos vivos, el corrimiento que vemos está en la edad de las madres con un alto nivel educativo y las madres que no pudieron terminar los estudios primarios o secundarios. En 1985, esa brecha era de 4 años, mientras que ahora es de 6 años", explicó a LA NACION la licenciada Gisell Cogliandro, investigadora principal del Observatorio de la Maternidad, que dirige la licenciada Carina Lupica ( www.o-maternidad.org.ar ).

Es decir que en los ochenta, una mujer de bajos recursos y sin estudios primarios o secundarios completos tenía su primer hijo en promedio a los 22 años y, ahora, lo tiene a los 21 años. En tanto, una mujer universitaria era mamá primeriza a los 26 y, ahora, a partir de los 27 años.

"Los análisis de estos datos nos muestran que, sin duda, el factor que más influye en la edad de la maternidad, y también en la cantidad de hijos, es el nivel educativo. Por eso, es lógico pensar que si la mujer accede a una mayor educación formal, mejora su acceso al mercado laboral y, por ende, su proyecto de vida ya no es sólo la maternidad -indicó Cogliandro-. En cambio, en las mujeres con el secundario, y hasta el primario incompleto, influye la pobreza, y la maternidad pasa a ser el único proyecto de vida."

¿Una promesa?

Aunque existen tratamientos de reproducción asistida que muchas veces se ofrecen como una panacea para lograr el embarazo cuando se decide postergarlo, la posibilidad de acceso y la efectividad son muy limitadas para la mayoría.

"Sabemos que la edad de mayor aptitud reproductiva es la década de los 20 años -aclaró el doctor Nölting-. A partir de los 30, que es cuando comienza la transición a la menopausia, aumenta el riesgo de esterilidad y la cantidad de abortos espontáneos y de complicaciones en el embarazo y el parto, tanto para la madre como para su hijo. Y si bien los avances de la ciencia les brindan a las parejas técnicas de fertilización asistida y/o preservación de la fertilidad, no hay que desconocer que los mejores resultados se obtienen en las edades tempranas de la vida reproductiva y que se logran naturalmente."

Además, son pocas las parejas que pueden reunir los aproximadamente 15.000 pesos que cuesta cada ciclo del tratamiento. Y, aquí, una mujer utiliza por lo menos dos ciclos para lograr un embarazo, que no siempre llega.

Según la Saegre, que analizará esta tendencia a postergar la maternidad durante el próximo VII Congreso Argentino de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva, que comenzará el domingo, la cantidad de tratamientos que se realizan en clínicas privadas del país apenas alcanzaría el 1 por ciento.

"Es importante que las mujeres y los varones jóvenes recuerden que lo que se prolongó es la expectativa de vida, pero la reproductiva sigue inamovible desde el inicio de la humanidad. Por lo tanto, si vamos a postergar algo, que sea aquello que se pueda diferir", finalizó Nölting.

Cáncer de mama

El Instituto Europeo de Oncología y la Fundación Argentina Contra el Cáncer convocan a una nueva edición del Curso de Cáncer de Mama, a realizarse en el Hotel Sheraton Libertador los días 19 y 20 del actual. Del mismo participará como disertante el profesor Umberto Veronesi. Informes e inscripción: (011) 4313-5702 o por correo electrónico a info@howardeventos.com.

CUIDAR LA FERTILIDAD

  • Adicciones. El tabaquismo, el alcoholismo y el consumo de drogas ilegales tienen un impacto negativo en la salud reproductiva de la mujer, ya sea para lograr el embarazo o para poder lograr un embarazo hasta su término.

  • Alimentación. Una dieta pobre en determinados nutrientes puede influir negativamente en la fertilidad, tanto en los hombres como en las mujeres.

  • Estrés. Los altos niveles de estrés pueden cambiar los niveles hormonales en las mujeres y causar ovulación irregular o anovulación y espasmos en las trompas de Falopio, y así alterar la fertilidad femenina.

  • Infecciones ginecológicas. Pueden afectar la salud reproductiva al alterar el estado general de la madre, interfiriendo con el correcto desarrollo fetal o dañando los genitales internos.

  • Contaminación ambiental. El tóxico más estudiado es el humo del cigarrillo con un efecto nocivo sobre el ovario y el correcto desarrollo fetal.

CIFRAS 3,33%
Bajó el número de madres

  • que tienen su primer hijo entre los 20 y los 29 años. Esa reducción se produjo entre 2000 y 2008.

2,96%
Creció la cantidad de madres

  • primerizas entre los 30 y los 45 años. El aumento se produjo también entre 2000 y 2008.
lanacion.com.ar

lunes, 19 de abril de 2010

Adiccion al trabajo: consecuencias

MADRID (Diario El País ).- ¿Se siente culpable si no está en la oficina? ¿Siente ansiedad en sus momentos de recreo? Esto le interesa.

La cara visible de José, de 54 años, era la del médico de éxito con una envidiable trayectoria investigadora que había alcanzado la cima profesional. La oculta era la del enfermo que se refugiaba en el alcohol y los tranquilizantes para soportar el estrés de jornadas laborales de 16 horas.

´Llegué a tomar nueve cañas de cerveza y cajas de tranquimazines al día´. Hace unos 10 años tocó fondo y, como él dice, salió de la burbuja en la que vivía. Desde entonces ha cambiado de trabajo y ha bajado el ritmo, pero sigue tratamiento en la clínica Capistrano de Mallorca después de varias recaídas: ´Es largo y difícil dejar el alcohol y las pastillas´.

La adicción al trabajo es un problema que padecen, en distinto grado, entre el 7% y el 12% de los trabajadores. En esencia, consiste en ´mantener una relación patológica con algo tan elemental y básico como el trabajo´, como apunta José María Vázquez-Roel, responsable del centro Capistrano, especializado en el tratamiento de las adicciones.

Y, como le sucedía a José, no es raro que vaya asociado con otras dependencias. El propio Vázquez-Roel apunta que en el 30% de los casos que atienden por abuso de cocaína, el problema principal es la adicción al trabajo.

Hasta hace un par de décadas había aspectos de esta conducta que no se veían con malos ojos, como destaca Mario del Líbano, investigador de la Universidad Jaume I de Castellón. No sólo por el sector empresarial -que, en parte, sigue sin advertir el lado más oscuro de este hábito- sino por distintos estudios que hablaban de una vertiente positiva relacionada con la elevada productividad de estas personas o incluso con la satisfacción que les proporcionaba estar volcados de forma absolutamente incondicional en su carrera profesional.

Sin embargo, las últimas investigaciones han echado por tierra estas lecturas. La más reciente, publicada por un equipo de investigadores dirigidos por Del Líbano y colegas de la Universidad de Utrecht el pasado mes de febrero en la revista Psicothema, ha servido, por un lado, para resolver uno de los problemas que ha perseguido a estos pacientes: la dificultad de afinar su diagnóstico.

El artículo presenta un test relativamente sencillo de 10 preguntas, el Duwas (Dutch Work Addiction Scale), dirigido a detectar los niveles de adicción de los trabajadores.

Pero, además, el artículo deja claro el carácter patológico de este comportamiento. ´Hemos demostrado que la adicción al trabajo es un concepto negativo, ya que a mayor adicción existe una menor felicidad y una peor percepción de la salud que tienen estas personas´, sostiene Del Líbano.

En ello abunda José María Vázquez-Roel desde una perspectiva más clínica, fruto de la experiencia del tratamiento a decenas de pacientes: ´El trabajo les destroza la vida, viven sólo por y para trabajar, por lo que su vida se convierte en algo absolutamente unidimensional. Sacrifican todo lo demás, ya sean aspectos tan importantes como la salud o la familia´.

El estudio de las dos universidades, elaborado a partir de datos obtenidos de 2.714 trabajadores -de los que 2.164 son holandeses y 550 españoles- ha servido para delimitar el perfil del adicto al trabajo (los autores se refieren a la palabra anglosajona workaholic, algo así como trabajohólico) a partir de dos criterios.

Por un lado está el trabajo excesivo. Pero no basta con pasar 50 horas a la semana en la oficina, simultanear dos empleos, entrar el primero y salir el último del despacho o acudir habitualmente al puesto de trabajo los fines de semana y festivos. Además, debe ser un trabajo compulsivo. ´Es gente que no puede dejar de trabajar y que si lo hace se siente ansiosa y culpable´ apunta Del Líbano.

´No saben qué hacer si no tienen trabajo y se aseguran tener siempre algo pendiente para poder mantener esta actividad de forma constante´, añade. ´Son sensaciones similares al síndrome de abstinencia de los consumidores de drogas´, pero con una diferencia muy importante, ´a un alcohólico se le puede prohibir que siga bebiendo, pero a un adicto al trabajo no le puedes impedir que siga trabajando´.

Su perfil suele ser el de personas de 35 a 45 años que han alcanzado puestos de responsabilidad en sus empresas y que desempeñan tareas cualificadas. ´Este tipo de trabajo proporciona mucha autonomía a la persona, de forma que puede dilatar a su voluntad los horarios de trabajo e imponerse las cargas laborales que quiera asumir´, comenta el investigador de la Universidad Jaume I.

Desconexión y placer. Pero, además, se trata de personas con funciones ´que ofrecen posibilidad de crecer, de potenciar la creatividad, de aprender, desarrollarse, evolucionar´, características todas ellas muy estimulantes y con una potencial carga adictiva elevada. ´Hay que tener en cuenta que, al igual que cualquier sustancia química que crea dependencia, esta actividad proporciona placer, alivio, una desconexión del mundo real, como sucede con los ludópatas o adictos al sexo´, indica José María Vázquez-Roel. ´La adicción apenas se da en trabajos rutinarios, ya que una labor menos cualificada ofrece menos retos y suele tener horarios más rígidos, además de que no puedes trabajar si no estás en la empresa o la fábrica´, añade Del Líbano.

´Yo diría que existen dos perfiles del adicto al trabajo´, comenta el responsable de la clínica Capistrano. ´Por un lado están los obsesivos, personas muy perfeccionistas y exigentes que no saben delegar y quieren tener el control de todo; por otro, los narcisistas, que es gente muy ambiciosa y cegada por la obtención de poder´.

Entre estos últimos, el responsable del centro de rehabilitación destaca a los políticos. ´De hecho´, apunta, ´ahora mismo tenemos a alguno de ellos en tratamiento; la política es muy adictiva´. La adicción no distingue entre sexos, según el investigador de la Universidad de Castellón. ´Últimamente hay una mayor proporción de trabajadoras afectadas, pero ello se debe al mayor acceso de la población femenina a altos cargos´.

Además de los problemas que provoca este comportamiento en las personas que lo padecen, está el impacto que tiene en las empresas. ´Es difícil de evaluar´, indica Eva Cifre, que dirige, también en la Universidad Jaume I, un trabajo sobre las estrategias de recuperación frente al estrés y cómo afectan estas a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores. ´Se suele evaluar a partir de las percepciones de los supervisores, clientes y subordinados de estas personas´.

A corto plazo, este tipo de personas ofrece un excelente rendimiento, de forma que, a primera vista, pueden resultar un perfil muy atractivo en los procesos de selección de personal. ´Hasta hace poco era gente muy solicitada´, admite Del Líbano.

Sin embargo, a medio plazo, el ritmo de trabajo tan elevado que se imponen estos trabajadores y los retos tan ambiciosos a los que aspiran provocan que, al final, no puedan con las metas que se marcan. ´Es gente que acaba comiendo mal, cuidándose poco, durmiendo de forma insuficiente...´, por lo que su rendimiento cae en picado.

´Se acaban convirtiendo en un problema para sus empresas´, añade José María Vázquez-Roel, que introduce un nuevo elemento: el mal ambiente que acaban generando.

Entorno competitivo. Se trata de personas muy competitivas que fuerzan a su entorno a seguir un ritmo muy elevado, que no saben delegar ni trabajar en equipo, por lo que cada vez se encuentran más aislados, de forma que generan un ambiente en sus empresas muy negativo y una tensión constante en sus relaciones con el resto de compañeros, como destaca Del Líbano.

A ello se suman los problemas personales que padecen en sus relaciones sociales, al reducir el círculo de amistades por no dedicar tiempo más que al trabajo, así como en su entorno familiar.

´Hay estudios en Estados Unidos que reflejan una tasa de divorcios más elevadas en gente con este tipo de problema´, según el investigador de la Jaume I, pero también tiene más riesgo de sufrir problemas de salud (cardiovasculares, gastrointestinales, incluso diabetes por episodios de estrés o emocionales).

Del Líbano advierte que es importante no confundir la adicción al trabajo con el compromiso con la empresa, que es ´un concepto positivo´. La diferencia fundamental entre estos dos comportamientos consiste en que las personas comprometidas, además de ser eficientes, tienen capacidad de desconectar de la vorágine laboral. Y es esta habilidad la que les permite descansar y, al volver al trabajo, mantener elevadas tasas de productividad.

´Es gente que sabe mantener el equilibrio entre el trabajo y su vida personal, de forma que el exceso de trabajo no les afecta a sus relaciones sociales ni familiares´, apunta Del Líbano. Sobre esta facultad, la de recuperarse de la presión del trabajo, está preparando un estudio su compañera en la Jaume I Eva Cifre.

No sólo sobre fórmulas de recuperación y cómo afectan a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores; también trata de determinar cuáles son las claves que permiten a determinadas personas compatibilizar elevados ritmos de trabajo con un buen rendimiento, mientras otras personas caen en la ansiedad y la ineficiencia.

Una de las grandes especialistas en esta materia es Sabine Sonnentag, profesora de la Universidad de Constanza (Alemania). En sus estudios, alude a las distintas estrategias que ayudan a recuperarse del estrés laboral. Entre ellas está el distanciamiento psicológico, que consiste, por ejemplo, en irse de viaje o realizar actividades que sirvan de descanso mental como puede ser jugar con los niños.

Los llamados procesos de relajación fisiológica (masajes, balnearios, yoga), o las denominadas experiencias de dominio, que consisten en desarrollar actividades fuera del trabajo que supongan un desafío, como puede ser actividades deportivas o el aprendizaje de una afición. A ellas añade las experiencias de control: actos en los que la persona sienta que lleva las riendas y que puede elegir, que pueden ser tan simples como ir a la compra.

En todo caso, no existen reglas genéricas que sirvan para todo el mundo. ´Hay a quien le bastan 10 minutos de relajación para recuperarse, y quien necesita una hora´, apunta Cifre.

La reflexión de Cristina Simón, decana de Psicología Organizacional del Instituto de Empresa también tiene que ver con el compromiso con la empresa, pero desde una perspectiva diferente. Apunta que tradicionalmente se ha identificado este comportamiento con las jornadas maratonianas. Ahora, sin embargo, ´lo que se valora más es cumplir con los objetivos´ e, incluso, ´es hasta políticamente incorrecto´ echar demasiadas horas.

Buena parte de este cambio de tendencia no tiene que ver con las empresas, ´que nunca te van a decir que dejes de trabajar y siguen identificando el compromiso con echar el resto´. Tampoco con los efectos negativos que puedan generar estos empleados o jefes en su entorno, ´que pueden llegar a convertir el trabajo en una olla a presión´. El cambio ha llegado de la mano de una transformación en las dinámicas sociales: las nuevas generaciones valoran cada vez más el tiempo libre.

Ernesto Poveda, presidente de Recursos Humanos ICSA, coincide con esta idea. ´Es un efecto rebote de los jóvenes en contra de lo que han visto en casa. Buscan una vida más equilibrada entre el trabajo y su vida privada´. En ICSA, la empresa de selección de personal que dirige, lo ven a diario, asegura. ´A pesar de la crisis, la gente joven es exigente en esta parcela y quiere tener otras compensaciones no remuneradas en sus empleos y te pregunta: ´¿Voy a tener tiempo para formarme o simplemente ir a pasear?´.

Poveda compara estas actitudes con las de su generación, quienes entraron en el mercado laboral en las décadas de 1960 o 1970 con una cultura empresarial muy distinta, donde lo ´inhabitual´ era salir antes de las 20.30 del trabajo. ´En buena parte, esta tendencia la marcaron las multinacionales. Yo estuve en Ernst&Young en 1978 en Nueva York y era relativamente frecuente la gente que salía tarde para aparentar´, apunta. ´Es una cultura muy extendida, insana y que nunca desaparecerá al 100%´. Ernesto Poveda añade un factor coyuntural que mediatiza el grado de dedicación al trabajo: el de la supervivencia.

En una situación económica tan turbulenta como la actual, señala, buena parte de las pequeñas y medianas empresas -´que suponen el principal tejido empresarial´- no tienen más remedio que volcarse en el trabajo para salir adelante. ´A medio plazo habrá que buscar un equilibrio entre la vida profesional y laboral; pero en estos momentos la urgencia es sobrevivir´.

Jaime Prats- elpais

Adiccion al trabajo: consecuencias

MADRID (Diario El País ).- ¿Se siente culpable si no está en la oficina? ¿Siente ansiedad en sus momentos de recreo? Esto le interesa.

La cara visible de José, de 54 años, era la del médico de éxito con una envidiable trayectoria investigadora que había alcanzado la cima profesional. La oculta era la del enfermo que se refugiaba en el alcohol y los tranquilizantes para soportar el estrés de jornadas laborales de 16 horas.

´Llegué a tomar nueve cañas de cerveza y cajas de tranquimazines al día´. Hace unos 10 años tocó fondo y, como él dice, salió de la burbuja en la que vivía. Desde entonces ha cambiado de trabajo y ha bajado el ritmo, pero sigue tratamiento en la clínica Capistrano de Mallorca después de varias recaídas: ´Es largo y difícil dejar el alcohol y las pastillas´.

La adicción al trabajo es un problema que padecen, en distinto grado, entre el 7% y el 12% de los trabajadores. En esencia, consiste en ´mantener una relación patológica con algo tan elemental y básico como el trabajo´, como apunta José María Vázquez-Roel, responsable del centro Capistrano, especializado en el tratamiento de las adicciones.

Y, como le sucedía a José, no es raro que vaya asociado con otras dependencias. El propio Vázquez-Roel apunta que en el 30% de los casos que atienden por abuso de cocaína, el problema principal es la adicción al trabajo.

Hasta hace un par de décadas había aspectos de esta conducta que no se veían con malos ojos, como destaca Mario del Líbano, investigador de la Universidad Jaume I de Castellón. No sólo por el sector empresarial -que, en parte, sigue sin advertir el lado más oscuro de este hábito- sino por distintos estudios que hablaban de una vertiente positiva relacionada con la elevada productividad de estas personas o incluso con la satisfacción que les proporcionaba estar volcados de forma absolutamente incondicional en su carrera profesional.

Sin embargo, las últimas investigaciones han echado por tierra estas lecturas. La más reciente, publicada por un equipo de investigadores dirigidos por Del Líbano y colegas de la Universidad de Utrecht el pasado mes de febrero en la revista Psicothema, ha servido, por un lado, para resolver uno de los problemas que ha perseguido a estos pacientes: la dificultad de afinar su diagnóstico.

El artículo presenta un test relativamente sencillo de 10 preguntas, el Duwas (Dutch Work Addiction Scale), dirigido a detectar los niveles de adicción de los trabajadores.

Pero, además, el artículo deja claro el carácter patológico de este comportamiento. ´Hemos demostrado que la adicción al trabajo es un concepto negativo, ya que a mayor adicción existe una menor felicidad y una peor percepción de la salud que tienen estas personas´, sostiene Del Líbano.

En ello abunda José María Vázquez-Roel desde una perspectiva más clínica, fruto de la experiencia del tratamiento a decenas de pacientes: ´El trabajo les destroza la vida, viven sólo por y para trabajar, por lo que su vida se convierte en algo absolutamente unidimensional. Sacrifican todo lo demás, ya sean aspectos tan importantes como la salud o la familia´.

El estudio de las dos universidades, elaborado a partir de datos obtenidos de 2.714 trabajadores -de los que 2.164 son holandeses y 550 españoles- ha servido para delimitar el perfil del adicto al trabajo (los autores se refieren a la palabra anglosajona workaholic, algo así como trabajohólico) a partir de dos criterios.

Por un lado está el trabajo excesivo. Pero no basta con pasar 50 horas a la semana en la oficina, simultanear dos empleos, entrar el primero y salir el último del despacho o acudir habitualmente al puesto de trabajo los fines de semana y festivos. Además, debe ser un trabajo compulsivo. ´Es gente que no puede dejar de trabajar y que si lo hace se siente ansiosa y culpable´ apunta Del Líbano.

´No saben qué hacer si no tienen trabajo y se aseguran tener siempre algo pendiente para poder mantener esta actividad de forma constante´, añade. ´Son sensaciones similares al síndrome de abstinencia de los consumidores de drogas´, pero con una diferencia muy importante, ´a un alcohólico se le puede prohibir que siga bebiendo, pero a un adicto al trabajo no le puedes impedir que siga trabajando´.

Su perfil suele ser el de personas de 35 a 45 años que han alcanzado puestos de responsabilidad en sus empresas y que desempeñan tareas cualificadas. ´Este tipo de trabajo proporciona mucha autonomía a la persona, de forma que puede dilatar a su voluntad los horarios de trabajo e imponerse las cargas laborales que quiera asumir´, comenta el investigador de la Universidad Jaume I.

Desconexión y placer. Pero, además, se trata de personas con funciones ´que ofrecen posibilidad de crecer, de potenciar la creatividad, de aprender, desarrollarse, evolucionar´, características todas ellas muy estimulantes y con una potencial carga adictiva elevada. ´Hay que tener en cuenta que, al igual que cualquier sustancia química que crea dependencia, esta actividad proporciona placer, alivio, una desconexión del mundo real, como sucede con los ludópatas o adictos al sexo´, indica José María Vázquez-Roel. ´La adicción apenas se da en trabajos rutinarios, ya que una labor menos cualificada ofrece menos retos y suele tener horarios más rígidos, además de que no puedes trabajar si no estás en la empresa o la fábrica´, añade Del Líbano.

´Yo diría que existen dos perfiles del adicto al trabajo´, comenta el responsable de la clínica Capistrano. ´Por un lado están los obsesivos, personas muy perfeccionistas y exigentes que no saben delegar y quieren tener el control de todo; por otro, los narcisistas, que es gente muy ambiciosa y cegada por la obtención de poder´.

Entre estos últimos, el responsable del centro de rehabilitación destaca a los políticos. ´De hecho´, apunta, ´ahora mismo tenemos a alguno de ellos en tratamiento; la política es muy adictiva´. La adicción no distingue entre sexos, según el investigador de la Universidad de Castellón. ´Últimamente hay una mayor proporción de trabajadoras afectadas, pero ello se debe al mayor acceso de la población femenina a altos cargos´.

Además de los problemas que provoca este comportamiento en las personas que lo padecen, está el impacto que tiene en las empresas. ´Es difícil de evaluar´, indica Eva Cifre, que dirige, también en la Universidad Jaume I, un trabajo sobre las estrategias de recuperación frente al estrés y cómo afectan estas a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores. ´Se suele evaluar a partir de las percepciones de los supervisores, clientes y subordinados de estas personas´.

A corto plazo, este tipo de personas ofrece un excelente rendimiento, de forma que, a primera vista, pueden resultar un perfil muy atractivo en los procesos de selección de personal. ´Hasta hace poco era gente muy solicitada´, admite Del Líbano.

Sin embargo, a medio plazo, el ritmo de trabajo tan elevado que se imponen estos trabajadores y los retos tan ambiciosos a los que aspiran provocan que, al final, no puedan con las metas que se marcan. ´Es gente que acaba comiendo mal, cuidándose poco, durmiendo de forma insuficiente...´, por lo que su rendimiento cae en picado.

´Se acaban convirtiendo en un problema para sus empresas´, añade José María Vázquez-Roel, que introduce un nuevo elemento: el mal ambiente que acaban generando.

Entorno competitivo. Se trata de personas muy competitivas que fuerzan a su entorno a seguir un ritmo muy elevado, que no saben delegar ni trabajar en equipo, por lo que cada vez se encuentran más aislados, de forma que generan un ambiente en sus empresas muy negativo y una tensión constante en sus relaciones con el resto de compañeros, como destaca Del Líbano.

A ello se suman los problemas personales que padecen en sus relaciones sociales, al reducir el círculo de amistades por no dedicar tiempo más que al trabajo, así como en su entorno familiar.

´Hay estudios en Estados Unidos que reflejan una tasa de divorcios más elevadas en gente con este tipo de problema´, según el investigador de la Jaume I, pero también tiene más riesgo de sufrir problemas de salud (cardiovasculares, gastrointestinales, incluso diabetes por episodios de estrés o emocionales).

Del Líbano advierte que es importante no confundir la adicción al trabajo con el compromiso con la empresa, que es ´un concepto positivo´. La diferencia fundamental entre estos dos comportamientos consiste en que las personas comprometidas, además de ser eficientes, tienen capacidad de desconectar de la vorágine laboral. Y es esta habilidad la que les permite descansar y, al volver al trabajo, mantener elevadas tasas de productividad.

´Es gente que sabe mantener el equilibrio entre el trabajo y su vida personal, de forma que el exceso de trabajo no les afecta a sus relaciones sociales ni familiares´, apunta Del Líbano. Sobre esta facultad, la de recuperarse de la presión del trabajo, está preparando un estudio su compañera en la Jaume I Eva Cifre.

No sólo sobre fórmulas de recuperación y cómo afectan a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores; también trata de determinar cuáles son las claves que permiten a determinadas personas compatibilizar elevados ritmos de trabajo con un buen rendimiento, mientras otras personas caen en la ansiedad y la ineficiencia.

Una de las grandes especialistas en esta materia es Sabine Sonnentag, profesora de la Universidad de Constanza (Alemania). En sus estudios, alude a las distintas estrategias que ayudan a recuperarse del estrés laboral. Entre ellas está el distanciamiento psicológico, que consiste, por ejemplo, en irse de viaje o realizar actividades que sirvan de descanso mental como puede ser jugar con los niños.

Los llamados procesos de relajación fisiológica (masajes, balnearios, yoga), o las denominadas experiencias de dominio, que consisten en desarrollar actividades fuera del trabajo que supongan un desafío, como puede ser actividades deportivas o el aprendizaje de una afición. A ellas añade las experiencias de control: actos en los que la persona sienta que lleva las riendas y que puede elegir, que pueden ser tan simples como ir a la compra.

En todo caso, no existen reglas genéricas que sirvan para todo el mundo. ´Hay a quien le bastan 10 minutos de relajación para recuperarse, y quien necesita una hora´, apunta Cifre.

La reflexión de Cristina Simón, decana de Psicología Organizacional del Instituto de Empresa también tiene que ver con el compromiso con la empresa, pero desde una perspectiva diferente. Apunta que tradicionalmente se ha identificado este comportamiento con las jornadas maratonianas. Ahora, sin embargo, ´lo que se valora más es cumplir con los objetivos´ e, incluso, ´es hasta políticamente incorrecto´ echar demasiadas horas.

Buena parte de este cambio de tendencia no tiene que ver con las empresas, ´que nunca te van a decir que dejes de trabajar y siguen identificando el compromiso con echar el resto´. Tampoco con los efectos negativos que puedan generar estos empleados o jefes en su entorno, ´que pueden llegar a convertir el trabajo en una olla a presión´. El cambio ha llegado de la mano de una transformación en las dinámicas sociales: las nuevas generaciones valoran cada vez más el tiempo libre.

Ernesto Poveda, presidente de Recursos Humanos ICSA, coincide con esta idea. ´Es un efecto rebote de los jóvenes en contra de lo que han visto en casa. Buscan una vida más equilibrada entre el trabajo y su vida privada´. En ICSA, la empresa de selección de personal que dirige, lo ven a diario, asegura. ´A pesar de la crisis, la gente joven es exigente en esta parcela y quiere tener otras compensaciones no remuneradas en sus empleos y te pregunta: ´¿Voy a tener tiempo para formarme o simplemente ir a pasear?´.

Poveda compara estas actitudes con las de su generación, quienes entraron en el mercado laboral en las décadas de 1960 o 1970 con una cultura empresarial muy distinta, donde lo ´inhabitual´ era salir antes de las 20.30 del trabajo. ´En buena parte, esta tendencia la marcaron las multinacionales. Yo estuve en Ernst&Young en 1978 en Nueva York y era relativamente frecuente la gente que salía tarde para aparentar´, apunta. ´Es una cultura muy extendida, insana y que nunca desaparecerá al 100%´. Ernesto Poveda añade un factor coyuntural que mediatiza el grado de dedicación al trabajo: el de la supervivencia.

En una situación económica tan turbulenta como la actual, señala, buena parte de las pequeñas y medianas empresas -´que suponen el principal tejido empresarial´- no tienen más remedio que volcarse en el trabajo para salir adelante. ´A medio plazo habrá que buscar un equilibrio entre la vida profesional y laboral; pero en estos momentos la urgencia es sobrevivir´.

Jaime Prats- elpais

Tecnicas antiestres: cómo preocuparse menos

Este año va a ser diferente , Ahora sí me voy a ocupar más de mí , algunas de las frases más escuchadas cada inicio de año, que muchas veces quedan sólo como expresión de deseos por el ritmo de vida agitado que se vive, con el estrés como marca registrada. "El 70% de las consultas por consultorios externos en centros asistenciales públicos y privados está relacionado directa o indirectamente con el estrés -asegura el doctor Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés -. Y no sólo aumentaron las consultas espontáneas, sino también las derivaciones de otros profesionales de la salud", detalla.

Los síntomas más frecuentes: nerviosismo, pérdida de concentración, irritabilidad, dificultades para dormir, cefaleas, palpitaciones, dolores musculares, etc. "A nivel cardiovascular, el estrés desencadena una serie de respuestas destinadas a preparar al organismo para la acción, produciéndose entonces el aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, y la vasoconstricción de los vasos sanguíneos superficiales", dice la doctora Ana Salvati, prosecretaria de la Sociedad Argentina de Cardiología .

Ante este panorama, la medicina tradicional parece no alcanzar: "Hay una inercia de la medicina formal que está muy vinculada con la enfermedad: se normaliza la presión, la glucemia, el colesterol del paciente, y se lo medica para que se sobreadapte a la vida de lleva, sin ir más allá y tratar de que revea su manera de vivir la realidad y generar un cambio", dice el doctor Carlos Martínez Sagasta, director médico asistente del Hospital Británico y coordinador junto con la licenciada Cecilia Rojo Bach de los Talleres Wellness Uptodate . En ellos se encargan de la prevención primaria: la idea es poder asumir actitudes diferentes a las habituales para evitar la enfermedad. "Descubrimos las necesidades en particular y fijamos metas basadas en publicaciones científicas", cuenta Martínez Sagasta.

La forma de trabajo radica en tratar a la persona de forma holística: cuerpo-mente-espíritu. "Se comienza con la toma de conciencia a través de cuestionarios, ejercicios de visualización, técnicas gestálticas, material informativo y discusiones grupales. Así, el participante consigue estar en condiciones de establecer metas concretas y de implementar las estrategias para lograrlas", detalla Rojo Bach.

Daniel López Rosetti, comparte el abordaje desde las fortalezas y debilidades y agrega: "Los tests psicológicos cognitivos, determinar los estilos de conducta, los exámenes físicos y los tests que miden la calidad de vida aportan más información sobre cómo tratar a las personas con estrés, muchas de las cuales no saben qué hacer con su propia vida".

En el caso de los talleres, el trabajo en grupo actúa como refuerzo y acompañamiento en la consecución de las metas, y resulta importante para evidenciar problemas comunes con sus pares. "Aunque están contempladas consultas o consejos en forma particular", destaca Martínez Sagasta.

Otro camino

Por su parte, el Mindfulness o Atención Plena, técnica nacida en 1979 en el Centro Médico de la Universidad de Massachussets y presente en Argentina desde hace 10 años, sigue atrayendo seguidores. "En los últimos dos años se observó un crecimiento de más del 50% de las personas interesadas en practicarla", dice la licenciada María Noel Anchorena, y asegura que desde enero tienen lista de espera para los cursos que se inician este mes (por abril).

Esta práctica, recientemente integrada a la medicina y psicología occidentales, consiste en prestar atención de manera consciente a la experiencia del momento con interés, curiosidad y aceptación. "El estrés impide lograr objetivos personales, alcanzar las metas, porque distrae del momento presente. La práctica del Mindfulness hace que uno esté más atento a las situaciones que vive y le ayuda a regular las emociones, a autorregularse", amplía Anchorena.

El programa Mindfulness-based-stress-reduction (MBSR) consiste en un entrenamiento intensivo de reducción de estrés; los cursos son grupales, duran dos meses (1 vez por semana, 2 horas y media), y el participante se compromete a entrenar su mente diariamente.

"Cuanto más atenta al ahora y a las cosas de la vida cotidiana esté la persona, más preparada estará para modificar y generar estados de relajación y reducción de estrés; podrá recuperar el balance mente-cuerpo, que permite parar, detenerse, observar y, desde allí, dar una respuesta adecuada frente a los estímulos", agrega la especialista.

Tomar conciencia del cuerpo, de los pensamientos y las emociones, observar el cuerpo, realizar ejercicios de flexibilidad corporal (no son posturas de yoga), meditar caminando son algunas de las técnicas utilizadas en los talleres. "El entrenamiento les permite integrar el Mindfulness a su vida diaria: cuando viajan, están comiendo, con sus hijos, en una reunión... El saber lo que están haciendo y lo que les está pasando", concluye.

En cuanto a la actividad física, dada la falta de tiempo (o la imposibilidad de hacérselo) hay quienes sugieren hacer tandas de ejercicios repartidas a lo largo del día. "Sólo es aconsejable para personas que están muy ocupadas y no tienen un espacio para dedicarle más tiempo. El ideal es que trabajando mejor el manejo de los tiempos se permitan una actividad física más sostenida", afirma Martínez Sagasta. En tanto, su colega López Rosetti apunta: "Lo que no debe abandonarse nunca es la actividad física aeróbica. Nada mejor que una caminata con ritmo sostenido para combatir el estrés".

Técnicas antiestrés: cómo preocuparse menos y disfrutar más Foto: Archivo /
El soplo de la vida

Las técnicas de respiración para relajarse y encontrar su propio eje también están en lo alto en este sentido. Pablo Faga, publicista e instructor de El Arte de Vivir , una organización internacional sin fines de lucro cuyo líder es el hindú Sri Sri Ravi Shankar, explica: "La respiración está íntimamente ligada a las emociones. Si la persona está estresada, el ritmo es corto. Aprendiendo a respirar, se revierten esos ritmos y se equilibran el cuerpo y la mente. La mayoría de las personas experimenta una desintoxicación en los primeros días".

En la Fundación Indra Devi , a la práctica de la respiración se suma el yoga: "A través del manejo consciente de la respiración podemos liberarnos de las molestias que nos aquejan. Pero para llegar al estado de profunda relajación es indispensable preparar el cuerpo y la mente, acompañándolo de una respiración consciente y rítmica", dice David Lifar, director de la Fundación. Una manera más de desarrollar el músculo de la concentración.

Sanación interior

Las editoriales participan de este movimiento. Desde recetas caseras para vivir mejor (recurriendo a los remedios de la abuela) hasta las últimas técnicas de sanación encuentran público interesado. Uno de los últimos best-seller es el del holandés Arnaud Maitland, Vivir sin arrepentimiento , donde propone alcanzar la sanación interior valorando la vida sin ser presa del pasado. La verdadera enfermedad es creer que no hay salida es la premisa de este maestro del budismo tibetano. La ecuación es simple: si la energía circula bien a través de nuestro cuerpo, estamos sanos, felices y tenemos mayor claridad mental. Mediante la práctica de Kum Nye, un antiguo sistema de curación de origen tibetano que propone aliviar el estrés y desarrollar el equilibrio, desbloqueando y movilizando la energía, se logra el ansiado equilibrio. Un tipo de psicología positiva que propone obtener los mejores pensamientos para mejorar nuestras vidas.

Para cada cual, un camino

Cada persona es un mundo dice el dicho popular, y algo de cierto tiene, porque en general no todas las recetas son para todos. "Probablemente a algunos no les haga bien el yoga, o no les interese practicarlo. Lo fundamental es desarrollar un sano egoísmo, es decir, hacer las cosas que nos den placer: leer, pescar, ir al cine...", propone el doctor López Rosetti.

Rojo Bach coincide: "Si la persona es acelerada, le recomendamos yoga; pero si lo que necesita es descontracturarse, le sugerimos tomar clases de baile; hay otras a las que hay que enseñarles a divertirse... Para cada una existe una herramienta adecuada". Lo fundamental, encontrar la propia fórmula de la felicidad.

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Dormir poco y mal, un transtorno de este tiempo

El 25% de los argentinos padece de "problemas severos del sueño" y el 50% tiene "algún inconveniente" para dormir; el impacto en la vida cotidiana según la mirada de especialistas y de personas que lo sufren

María, de 36 años, hace 15 que no puede dormir bien. Como mínimo dos veces por semana no logra pegar un ojo hasta las cuatro de la mañana; el resto de las noches siente que no descansa bien, que cualquier ruido o luz la despierta. Después de noches así, su día es eterno y todo le pesa el doble. "Vivo cansada, hasta siento lento el cuerpo, me duele la cabeza, me cuesta concentrarme", relata a lanacion.com. Nunca hizo terapia ni consultó a un especialista. "Hace unos cinco años que tomo melatonina, pero me doy cuenta de que ya casi no me hace efecto", reconoce.

El doctor Daniel Cardinali comenta que el caso de María es más habitual de lo que los médicos quisieran. Y considera que el problema del sueño es "mayúsculo" en nuestras sociedades aceleradas. "Dormimos un 20% menos de lo que dormíamos hace 40 años, lo que implica descansar dos horas menos en promedio por día", informa, y cita un estudio que lo avala (ver documentos adjuntos). Según comenta, esta reducción, en algunas personas es intrascendente, pero en otras genera trastornos del sueño.

"Estos problemas tienen un impacto en la calidad de la vigilia, en la calidad del día de las personas. Hay quienes se duermen en lugares inadecuados; éstas son pruebas de las somnolencias que el individuo experimenta", señala.

Los estudios que maneja -apunta- revelan que el 25% de la población tiene "trastornos serios" para dormir y afectan su calidad de vida. En tanto, un 50% tiene "dificultades" para conciliar el sueño. "Esto tiene que ver con una sociedad estresante que invade el sueño", considera. Y se refiere a las alternativas de solución: "No dar fármacos", dispara contundente, y habla del impacto negativo en la salud y de la adicción que generan. Más bien, sugiere, hay que tratar de que la persona "elabore el tema del insomnio" y pueda encontrar las causas que lo producen, para así trabajar sobre ellas.

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