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lunes, 4 de julio de 2011

Educar en la sexualidad...

María Elena Caballero (Docente)

Existe una pregunta inevitable que suele aterrar a los padres: el origen de los bebés Conviene que sean ellos quienes respondan estas dudas. ¿Cómo? Con cariño, paciencia, preparando la respuesta y cuidando las palabras elegidas.

Es bastante probable que algún día en que estemos tranquilamente viendo televisión, leyendo o cocinando, nuestro hijo pequeño suelte con toda naturalidad la pregunta a veces tan temida: “Mamá, ¿de dónde vienen los bebés?” Tenemos que estar preparados y con las respuestas previamente pensadas, ya que no merece ser un momento de nerviosismo.

Experiencia de sexualidad

Hay que tener en cuenta que los niños, a esta edad, son muy pequeños como para contar con una experiencia de la sexualidad. No pueden, por lo tanto, adivinar que el desarrollo de su cuerpo los capacitará para dar vida y entregarse en una relación amorosa. Por ello, como todavía no existe, los padres no podemos apoyarnos en esa experiencia de sexualidad de los chicos.

Por otro lado, los hijos perciben que los gestos de ternura entre sus padres son buenos, que el cuerpo recibe y da amor y que eso brinda felicidad.

El niño adquiere experiencia, principalmente, por lo que ve. Sus preguntas surgen cuando ve una embarazada en la calle, una foto o un comercial en televisión. Si bien sus interrogantes serán directos y sin reservas, necesitamos ser cuidadosos con nuestras respuestas, que elaboraremos con cariño y naturalidad.

Las palabras certeras

El lenguaje que empleamos es clave, porque determinará si ayudamos o no a que nuestros hijos resuelvan sus dudas. Por ello, recurrimos a la verdad y no inventamos fábulas, está claro que las cigüeñas y París quedaron muy fuera de moda. Es normal que queramos preservar su inocencia, pero conocer el verdadero origen de la vida en absoluto hará que la pierdan.

Nuestro hijo necesita respuestas reales, pero adaptadas a su capacidad de comprensión. El hecho de haber reflexionado previamente sobre lo que le vamos a decir nos permitirá evitar confusión en las respuestas, que pueden incomodar al niño y hacerle sentir que se ha metido en un tema tabú.

También podemos explicarle que es muy positivo hablar de estos temas con papá y mamá, sin comentarlo con sus amigos, para dejar que sus padres lo hagan.

Las preguntas en torno al nacimiento de los bebés pueden ser muchas y variadas; depende en gran medida de la curiosidad del niño y de algunas situaciones a las que haya estado expuesto.

En todo caso, es nuestra función como padres responder a sus inquietudes. Además, es una oportunidad que no conviene retrasar porque, si no, será otro, quizá menos preparado o con menos cariño, quien le aclarará esas dudas: un amigo, la tele, un afiche en la calle… Hablar a nuestros hijos del amor humano, la afectividad y la sexualidad es imprescindible para que su desarrollo sea completo y armónico.

familiasur.org

Aprendiendo a vivir por imitación...

Biológicamente desde la concepción, el embrión se desarrolla y crece imitando los códigos genéticos de sus padres y ancestros.

El bebé, desde que nace, se desarrolla y crece imitando las acciones y las actitudes de sus tutores emocionales, sean sus padres o no, y posteriormente, las acciones y actitudes que suceden en su entorno diario.

De acuerdo a lo anterior, es en la familia en donde genética y actitudinalmente, nos hacemos. La actitud y el ejemplo que impactamos en nuestros hijos representa, a mi manera de ver, la principal responsabilidad de los padres.

No comento sobre la genética porque es menos importante, porque normalmente no podemos hacer nada con ella sino transmitirla y ya. No existen actos de voluntad o de conciencia que la alteren normalmente.

Sí sabemos que además de la apariencia física transmitimos tendencias –que no leyes absolutas–, y claro que también sistemas operativos absolutos, pero repito, no son cuestiones de voluntad o de conciencia, son razones biológicas.

En donde radica la mayor importancia es en donde existen razones de voluntad y de conciencia, y esas dependen de nuestros actos que se convierten en ejemplo a copiar por nuestros hijos y por la sociedad, porque los seres humanos vivimos imitando a los demás, consciente o inconscientemente. Nos guste o no, lo aceptemos o no, nos sucede todos los días.

Nuestros cerebros tienen mecanismos subconscientes que copian en milésimas de segundo las expresiones y emociones ajenas. Así nos damos cuenta de lo que sienten los demás y podemos contagiarnos de esos sentimientos, como sucede en lo que se denomina empatía. De esta misma manera nos influenciamos en acciones determinadas, copiadas primero y básicamente en el plano subconsciente.

Entonces, todos nosotros imitamos valores y anti-valores en el seno familiar, como primera y primordial enseñanza en nuestras vidas. Si papá se pelea con los vecinos y mamá habla mal de sus vecinas, ¿cómo vamos a aprender el valor de la amistad?

Si papá le da de patadas al perro y mamá de escobazos al gato, ¿cómo podemos aprender el valor del amor por los animales? Si papá y mamá pasan junto a gente necesitada y los ignoran, ¿cómo vamos a aprender el valor del amor por los semejantes y la solidaridad con el dolor humano?

Si papá llega cansado del trabajo y mamá no lo atiende por ver la tele, ¿cómo vamos a aprender el valor de la responsabilidad? Si llegamos felices porque obtuvimos un logro para nosotros importante en la escuela, y nuestros papás están muy ocupados y no le dan importancia, ¿cómo vamos a aprender el valor de la comprensión?

Y si mamá oculta que compró algo para que papá no se moleste, ¿vamos a aprender de esta manera el valor de la honestidad? Y si papá llega tarde porque estaba con sus amigos y descubrimos que fue porque estaba con otra mujer, ¿podremos aprender el valor de la lealtad?

Todo lo que menciono, y miles de cosas más, pasan y muchas nos han pasado como hijos o como padres. El resultado de ellas es la escala de valores que todos utilizamos actitudinalmente a todas horas.

No nos equivocaríamos si pensamos que el mundo está como está porque en nuestras familias, por el incremento de distractores tecnológicos y compromisos laborales y sociales, estamos perdiendo el tiempo básico y elemental para dejarnos imitar en lo correcto como un medio insustituible de sembrar valores que es nuestra obligación y nuestra responsabilidad con Dios y con la sociedad.

Permitámonos la satisfacción de ser imitados en bien y para el bien y, a partir de nuestra familia y con nuestra familia, contribuyamos a seguir formando valores en nuestra sociedad.

familiasur.org

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