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lunes, 7 de febrero de 2011

La mujer y la enseñanza de los valores en familia

 
La mujer en la actualidad, y en su mayoría, desempeña no solo el papel de madre o ama de casa, sino que tiene que proveer en muchos de los casos, el sustento económico, realizando múltiples actividades: estar con los hijos, preparar los alimentos, alistarlos para ir a la escuela, atender al esposo, educar, escuchar, amar, comprender y desenvolverse también profesionalmente.

Poco se habla del papel de la mujer como pilar de la familia, formadora de ideas y de valores, en realidad casi no se toma en cuenta esta labor de trascendental importancia, ya que es precisamente en el hogar donde el ser humano aprende.

Se dice que "detrás de un gran hombre hay una gran mujer". Esto es muy cierto, sí se pone uno a pensar en cuántos personajes que han determinado la historia de la humanidad han logrado sus objetivos gracias a una madre o a una esposa que los impulsó a actuar.
 
La mujer que decide formar una familia tiene una misión que la liga a la maternidad, y es, precisamente, la de la formación y educación de los hijos. La mujer en la familia, moldea, cincela, pule el alma, la inteligencia, la voluntad, las emociones, las virtudes, los sentimientos, los defectos de aquellos más próximos, más "suyos", constituyendo personas íntegras.

La mujer es madre en todas las dimensiones de su persona, no solamente en el plano biológico. Así que su misión materna no se reduce a gestar, dar a luz y alimentar a su hijo sino que consiste en «darle la vida» en el sentido humano y pleno, como corresponde al hijo en su condición de persona. De ahí que la madre es la educadora, la primera formadora del hijo y, por extensión, de toda la humanidad. La mujer realiza esta misión no en un nivel meramente intelectual, ofreciendo una serie de enseñanzas, normas, conocimientos a su hijo, sino que le da toda su ser para que el hijo llegue a ser persona en plenitud.

Todo lo que recibe el hijo, llega a imprimirse en su ser de forma indeleble. Aunque en etapas posteriores, el niño absorba ideas contrarias, tarde o temprano, sobre todo en su edad adulta, saldrá a la luz en sus reacciones y comportamientos lo que vivió en su primera infancia. Por eso se dice que quien educa a una familia tiene a su cargo la más importante de las tareas.

El trabajo de la mujer moderna no es nada fácil. Se necesitan mujeres comprometidas con su responsabilidad, preparadas para enfrentar los retos de su época y del mañana, decididas, capaces de tomar sus propias decisiones, valientes y dispuestas a pagar el precio para alcanzar sus metas; pero sobre todo, coherentes para que sepan trasmitir en las nuevas generaciones las ideas y los valores que les permitan crecer y llegar a ser unos adultos felices.

Cuando la mujer se da cuenta de que ella es dadora de vida, que es el corazón de la familia, que a la vez ésta es la célula de la sociedad, que para educar no basta con transmitir conocimientos, hablar de virtudes, sino que se debe, hoy más que nunca, atender la formación de la voluntad de los sentimientos, que esto se logra mediante el testimonio, la congruencia y el ejemplo.

familiasur.org

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