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jueves, 10 de diciembre de 2009
EL PODER DE LA MENTE
Un científico de Phoenix - Arizona - quería probar una teoría.
Necesitaba un voluntario que llegase a las últimas consecuencias.
Lo consiguió en una penitenciaría.
Era un condenado a muerte que sería ejecutado en la penitenciaria
de St.Louis en el estado de Missouri, donde existe la pena de muerte ejecutada en la silla eléctrica.
Propuso lo siguiente:
El participaría en un experimento científico,
en el cual le harían un pequeño corte en el pulso,
lo suficiente para gotear su sangre.
Él tenía la probabilidad de sobrevivir, en caso contrario,
moriría con una muerte sin sufrimiento ni dolor.
El condenado aceptó, pues era preferible eso a morir en la silla eléctrica,
además tenía una oportunidad de sobrevivir.
El condenado fue colocado en una cama alta, de hospital, y ataron su cuerpo
para que no pudiera moverse.
Hicieron un pequeño corte en su pulso.
Abajo fue colocada una pequeña vasija de aluminio.
Se le dijo que escucharía caer las gotas de su sangre en la vasija.
El corte fue superficial y no alcanzó ninguna arteria o vena,
pero fue lo suficiente para que él sintiera que su pulso fue cortado.
Sin que él supiera, debajo de la cama había un frasco de suero
con una pequeña válvula, esta fue abierta
para que él creyese que era su sangre la que caía en la vasija.
Cada 10 minutos el Científico, sin que el condenado lo viera,
cerraba un poco la válvula y el goteo disminuía.
Mientras tanto el condenado creía que era su sangre la que estaba disminuyendo.
Con el pasar del tiempo fue perdiendo color,
quedando cada vez más pálido.
Cuando el científico cerró por completo la válvula,
el condenado tuvo un paro cardíaco y murió,
sin ni siquiera haber perdido una gota de sangre.
El científico consiguió probar que la mente humana cumple al pie de la letra
todo lo que le es enviado, y aceptado por el individuo, sea positivo o negativo, y que tal acción envuelve a todo el organismo,
sea en la parte orgánica o psíquica.
Esta historia es una alerta para que filtremos lo que nos envía nuestra mente,
pues ella no distingue lo real de lo fantástico,
(¿se acuerdan cuando estuvo el mago Julián y decía la gente dice yo vi pasar la moneda por el aire cuando iba a tu bolsillo, algo que no sucedió?)
La mente tampoco distingue lo cierto de lo equivocado,
simplemente graba y cumple lo que le es enviado.
Lo mismo nos pasa con la tristeza, la angustia, la depresión: está en nuestra mente y nosotros podemos manejarla.
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