Al ingresar en la casa, en Boulogne, provincia de Buenos Aires, el ruido de utensilios y un sabroso olor a comida que envuelve todos los ambientes son signos inconfundibles de que están en plena tarea de preparación de la cena.
Así, de pequeñas y enriquecedoras rutinas familiares se nutren las cuatro personas con discapacidad intelectual que encontraron en el Hogar El Arca, un lugar para desarrollar su máximo potencial.
Sandra, de 19 años, acaba de salir de la ducha y se presta a jugar entusiasmada con una amiga que vino de visita. Su historia es un signo vivo de cómo la atención y el amor pueden ser un camino de transformación profunda hacia un vida más plena. Maxi, Osvaldo y Marcos son los otros tres integrantes de este hogar, que, con un abordaje integral, consigue darles un espacio de amor y de realización.
Sandra nació con un retraso madurativo, en Corrientes. Como su madre no podía cuidarla, después de una experiencia con una familia adoptiva, a los 13 años terminó internada en el Hospital Montes de Oca. Producto de una atención deficiente, estaba excedida de peso por las pastillas que tomaba y la mala alimentación que recibía, además de tener problemas de violencia y comunicación.
"Un grupo de personas que luego dieron forma a El Arca conocieron a Sandra en el Montes de Oca. Ella siempre les decía que se quería ir a vivir con ellos y, finalmente, se concretó su sueño", relata Rosana Gómez, directora del hogar.
Con el tiempo, Sandra fue cambiando su carácter, su apertura a los demás e incluso la expresión de su rostro. "Al principio, fue muy duro adaptarme. Me daba miedo. De a poco, me fui amigando con las personas que me atendían. Hoy hago talleres de cocina, manualidades... Me encanta cocinar scones y también salir con mis amigas", dice Sandra con sonrisa auténtica.
De lunes a viernes, asiste al secundario en el colegio El Sembrador, donde aprende formación laboral y está haciendo una pasantía en secretaría. "En El Arca encuentro una familia que es lo mejor que te puede pasar, es la mejor compañía. Conocés más tus dones, más de tu persona, a compartir con los demás. Lo que más me gusta son los viernes a la noche, que vemos películas con pochoclos caseros", agrega Sandra, quien sueña con viajar por todo el mundo.
El Arca no es una solución masiva al problema, sino un signo de amor, una demostración viva de la capacidad transformadora del afecto y la vida familiar, basada en el reconocimiento de la persona diferente y sus capacidades. "Es una familia especial donde cada persona es atendida según su necesidad y donde se trabaja «con» el otro y no «por» el otro", resume Gómez.
Los datos de contacto del hogar son 4737-9755 y comunidad@elarcaargentina.org
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