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viernes, 14 de enero de 2011

Cómo criar a los niños para que se opongan a la violencia: lo que usted puede hacer

Casi todos los días las noticias cuentan historias sobre niños que cometen actos de violencia, a menudo contra otros niños.
Las investigaciones indican que la conducta violenta o agresiva suele aprenderse a una edad temprana. Sin embargo, los padres, familiares y otras personas que cuidan niños pueden ayudarles a aprender cómo enfrentar sus emociones sin usar la violencia. Los padres y otras personas pueden también tomar medidas para reducir o minimizar la violencia.
Sugerencias para tratar con los niños
Los padres desempeñan un papel valioso para reducir la violencia al criar sus hijos en hogares seguros y llenos de afecto. Aquí presentamos algunas sugerencias que pueden resultar útiles. Es posible que no pueda seguir cada una exactamente, pero hacer todo lo que esté a su alcance supondrá una gran diferencia en las vidas de sus hijos.
Brinde a sus hijos amor y atención constantes
Cada niño necesita una relación fuerte y afectuosa con un padre u otro adulto para sentirse seguro y desarrollar un sentido de confianza. Hay menos probabilidad de que se desarrollen problemas de conducta y delincuencia en niños cuyos padres participan en sus vidas, en especial a una corta edad.
No es fácil demostrarle amor a un niño todo el tiempo. Puede resultar incluso más difícil si usted es joven, no tiene experiencia, su familia es monoparental, o si su hijo está enfermo o tiene necesidades especiales. Si su bebé parece sumamente difícil de cuidar y consolar, analice esto con su pediatra, con otro médico, un orientador familiar, un psicólogo o un proveedor de salud mental, quienes pueden darle consejos y recomendarle clases para padres en su localidad que enseñan formas positivas de lidiar con las dificultades en la crianza de los hijos.
Asegúrese de que sus hijos sean supervisados
Los niños dependen de sus padres y familiares para recibir aliento, protección y apoyo a medida que aprenden a pensar por sí mismos. Sin la supervisión adecuada, los niños no reciben la orientación que necesitan. Los estudios indican que los niños sin supervisión suelen tener problemas de conducta.
Insista en saber dónde están sus hijos en todo momento y quiénes son sus amigos. Cuando no pueda vigilar a sus hijos, pídale a una persona de confianza que los vigile por usted. Nunca deje a niños solos en la casa, aunque sea un breve período.
Anime a los niños en edad escolar y mayores a participar en actividades extracurriculares supervisadas como equipos deportivos, programas de tutoría o recreación organizada. Inscríbalos en programas comunitarios locales, en especial aquellos dirigidos por adultos cuyos valores usted respeta.
Acompañe a sus hijos a actividades de juego supervisadas y observe cómo se llevan con los demás. Enséñeles a sus hijos cómo responder adecuadamente cuando otros recurren a insultos o amenazas o lidian con el enojo dando golpes. Explíqueles que esas no son conductas adecuadas y anímelos a mantenerse alejados de los niños que se comportan así.
Muestre a sus hijos conductas adecuadas con su ejemplo
Los niños suelen aprender siguiendo un ejemplo. La conducta, valores y actitudes de los padres y hermanos tienen una gran influencia en los niños. Los valores de respeto, honestidad y orgullo de su familia y las tradiciones pueden ser fuentes importantes de fortaleza para los niños, en especial si se enfrentan con presiones negativas de otros niños de su edad, viven en una zona violenta o asisten a una escuela en una zona peligrosa.
La mayoría de los niños actúan agresivamente a veces y pueden golpear a otra persona. Sea firme con sus hijos con respecto a los posibles peligros que implica una conducta violenta. Recuerde también elogiar a sus hijos cuando resuelvan problemas en forma constructiva y sin recurrir a la violencia. Es más probable que los niños repitan las buenas conductas cuando son recompensados con atención y elogios.
Los padres alientan a veces conductas agresivas sin saberlo. Por ejemplo, algunos padres piensan que es bueno para un niño aprender a pelear. Enséñeles a sus hijos que es mejor solucionar las riñas hablando con calma, y no con puñetazos, amenazas o armas. Y más importante aún, no sea violento con ellos.
Sea consecuente con las reglas y disciplina
Cuando establezca una regla, aténgase a ella. Los niños necesitan una estructura con expectativas claras para su conducta. Establecer reglas y luego no hacerlas cumplir resulta confuso, esto puede suscitar que los niños se salgan con la suya.
Para establecer las reglas, los padres deben hacer participar a los niños siempre que sea posible. Explíqueles qué espera y cuáles son las consecuencias de no seguir las reglas. Esto los ayudará a aprender a comportarse de un modo que sea beneficioso para ellos y para quienes los rodean.
Mantenga la violencia lejos de su hogar
La violencia en el hogar puede causar miedo y ser dañina para los niños. Los niños necesitan un hogar seguro y lleno de afecto donde no tengan que crecer con miedo. Un niño que ha visto violencia en su hogar no siempre se vuelve violento, pero hay más probabilidad de que trate de resolver los conflictos a través de la violencia.
Procure que su hogar sea un lugar seguro y no violento, y siempre desanime el comportamiento violento entre hermanos. Tenga en cuenta también que las discusiones hostiles y agresivas entre los padres asustan a los niños y les dan un mal ejemplo.
Si hay situaciones de abuso o lesión física o verbal entre personas en su hogar, obtenga ayuda de un psicólogo u otro tipo de proveedor de salud mental. Este profesional lo ayudará a usted y a su familia a entender por qué se produce la violencia doméstica y cómo detenerla.
Procure que sus hijos no vean demasiada violencia en los medios de comunicación
Un informe publicado a comienzos de este mes confirmó nuevamente que ver demasiada violencia en televisión, en las películas y en los videojuegos puede tener un efecto negativo en los niños. Usted como padre, puede controlar la cantidad de violencia que sus hijos ven en los medios de comunicación.
Estas son algunas ideas:
  • Limite el tiempo de ver televisión de 1 a 2 horas por día.
  • Asegúrese de saber qué programas de televisión miran sus hijos, qué películas ven y a qué tipos de videojuegos juegan.
  • Hable con sus hijos sobre la violencia que ven en los programas de televisión, en las películas y en los videojuegos.
  • Ayúdelos a entender cuán doloroso sería en la vida real y las graves consecuencias de las conductas violentas.
  • Analice con ellos maneras de resolver problemas sin recurrir a la violencia.
Ayude a sus hijos a oponerse a la violencia
Apoye a sus hijos a oponerse a la violencia. Enséñeles a responder con palabras firmes pero manteniendo la calma cuando otros insultan, amenazan o golpean a otra persona. Ayúdelos a entender que se necesita más coraje y liderazgo para oponerse a la violencia que para secundarla.
Ayude a sus hijos a aceptar y llevarse bien con otras personas de diversas razas y origen étnico. Enséñeles que criticar a las personas porque son diferentes es algo hiriente y que insultar es inaceptable. Asegúrese de que entiendan que usar palabras para comenzar o alentar la violencia, o aceptar silenciosamente una conducta violenta, es dañino. Advierta a sus hijos que las amenazas y los actos de intimidación pueden derivar en violencia. 

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Papá y Mamá: ¡Cada uno aporta lo suyo!

Para introducir esta idea, tomo prestado del libro de Juan Manuel Burgos, "Antropología: una guía para la existencia", Editado por la editorial Palabra, el siguiente ejemplo gráfico:
Cuando un niño se sube a un tobogán en un parque, la madre puede empezar a gritar "bájate inmediatamente de ahí" porque su sensibilidad ante el peligro le lleva a activar su instinto de protección.
El padre, por el contrario, puede animar al niño a deslizarse por el tobogán llegando incluso a enseñarle (con escándalo de la madre) modalidades más arriesgadas de la convencional pero también con un objetivo amoroso, aunque distinto: que desarrolle sus músculos y su personalidad y sea fuerte y ágil.
Es el mismo amor que se manifiesta en dos modalidades distintas y complementarias.
Cualquier ejemplo puede presentar sus limitaciones pero el que se ofrece arroja pistas suficientes para centrar lo expuesto en el artículo anterior. Los padres no sólo tienen que dar cariño a sus hijos.
Los hijos necesitan agarraderas psicológicas para su adecuada maduración. Y estas agarraderas las ofrecen, de manera diferenciada, la figura paterna y la figura materna.
Y aunque estos papeles no sean excluyentes el uno del otro –en el ejemplo propuesto bien podría ocurrir la situación contraria e intercambiar los roles– es claro que esa diferenciación específica entre hombre y mujer va más allá de la necesaria complementariedad entre las personas de distinto sexo.
Me atrevería a decir que hombre y mujer no sólo se complementan –desde la igualdad y la diferencia– para crear un proyecto de vida común, sino que ésta se hace efectiva, primordialmente, en la educación de los hijos que se puedan tener.
Estos argumentos se podrían desarrollar hasta el infinito.
Pero quizás la mejor manera de hacerlo consista en entrar a explicar, de la mejor manera posible y aunque deje un sinfin de otros asuntos sin incluir, cuál es esa diferencia específica que aporta una madre y cuál sea la que aporte un padre.
Una madre representa el principio de seguridad.
Un padre representa el principio de realidad. 

familiasur.org

La fidelidad en la pareja

“Me voy a divorciar”. “Si sabes contar, no cuentes conmigo”. “A mí no me comprometas”, etcétera. Todas estas frases y otras que se han hecho muy populares en los últimos años, son una manifestación del desconocimiento que existe hoy en día de lo que significa el compromiso, y más aún, ofrecer la palabra.
Basta ojear una revista o periódico de espectáculos para suponer que la infidelidad está de moda. Y es que por lo general, un buen número de sus páginas las dedican a “el infiel” o “la infiel” en turno. Son abundantes las notas sobre divorcios e infidelidades matrimoniales de gente famosa que se publican hoy en día en los medios de comunicación.
Te mostramos los ballets más conocidos y que a lo largo de los años han impactado a la cultura universal. De ahí que vayan en aumento los matrimonios que contraen nupcias con la idea de “mientras nos funcione”. 
La realidad es que en estos tiempos muchos tienen la idea equivocada de que no se puede comprometer el mañana sin saber lo que sucederá en el futuro. Y esta mentalidad superficial, y sin apego al compromiso, es la misma que reclama y promueve por todos lados la posibilidad de romper cualquier obligación contraída cuando las circunstancias lo ameriten.
Por eso urge reflexionar en la virtud de la fidelidad. En lo que representa para nuestra vida, y cómo podemos recuperarla.
La fidelidad puede definirse como la decisión voluntaria y absoluta de una persona a una causa; cuando uno se consagra en cuerpo y alma a una empresa y obra firmemente a su servicio.
Karol Wojtyla escribió que “el amor que no es para siempre, no es amor”. De ahí que la fidelidad no es un sentimiento efímero o pasajero, sino una actitud que emana de la conciencia.
Los seres humanos estamos dotados de la inteligencia y la voluntad que nos dan la capacidad de superar cualquier capricho, egoísmo o vanidad que se nos presente. Ser fiel a alguien o a algo significa poner toda la voluntad para enamorarse apasionadamente de aquel o de aquello.
Conocí a un matrimonio que con 10 años de casados sufrieron una tragedia: la esposa enfermó de una profunda depresión. Por años, el esposo, además de realizar su trabajo, se hizo cargo de las labores de su esposa. Este señor fue padre y madre a la vez durante largo tiempo.
Me contó que en alguna ocasión unos amigos lo invitaron a “echarse una cana al aire” e irse de juerga una noche. A lo que él les respondió. “Yo no me casé para ser fiel por un tiempo, o mientras mi esposa estuviera sana, me casé para ser fiel toda la vida, en la salud y en la enfermedad”.
El caso es que todos los testimonios o lecciones sobre fidelidad que conozco tienen un común denominador: voluntad, esfuerzo y sacrificio.
Estimado lector, si eres una persona capaz de querer a quienes comparten tu vida, de querer tu hogar, tu trabajo, tus sueños y proyectos. Si haz sabido rehacer tu amor cuando éste pareció haberse esfumado o debilitado, y aprendiste a perdonar y a comprender… si vives así, no sólo eres feliz y haces felices a los que te rodean, sino también estás poniendo tu grano de arena para que la fidelidad se contagie, y la infidelidad nunca llegue a estar de moda.
Dimensiones de la fidelidad: lograr ser fiel a los compromisos de vida en cuatro pasos
1. La búsqueda. La fidelidad necesita de un impulso para seguir luchando. Saber que podemos ir “más allá” de nuestros egoísmos y comodidades y que hay valores que trascienden la propia vida.
2. La aceptación. Abrir el corazón a esos ideales, quizá difíciles y costosos, pero alcanzables. ¿Qué ideal se hace realidad sin sacrificio?
3. La coherencia. Vivir de acuerdo con lo que se cree y con lo que se es. El casado que viva como casado, el sacerdote como sacerdote, etcétera. No limitarnos al discurso, sino a llevar la fidelidad a la práctica. Esto se logra cuando no vivimos midiendo si nos conviene o no mantener nuestra palabra, sino que simplemente somos fieles a lo que nos hemos comprometido.
4. La voluntad. No confundir amor con sentimientos. La alternativa de un hombre o una mujer fiel no es la deserción y el abandono. Está equivocado el que piensa que porque “ya no siente cariño” la vida matrimonial carece de significado. Ahí es la hora crucial de la lealtad. El argumento debe ser al contrario: porque soy esposo y padre de cuatro hijos, aunque ya no siento la emoción de antes, voy a poner toda mi voluntad y medios a mi alcance para reconstruir ese amor con la mujer que también entregó su vida por mí.
El caso es que la fidelidad es una virtud esencial, pues nos lleva a comprometernos y responsabilizarnos de todas nuestras acciones y deberes en la vida.
Ser fiel a la patria, a la Iglesia, al cónyuge, a los hijos, a la amistad, a la vocación personal, al trabajo, en fin, a tantas cosas, es amar, es poner el corazón –la voluntad– en esas realidades y valorarlas por encima de egoísmos o sentimientos efímeros que jamás nos llevarán a la felicidad plena.
Urge comprender su importancia y encontrar la fórmula que nos permita revalorar esta virtud esencial y llevarla a la práctica. ¿La infidelidad está de moda? De nosotros depende que no lo esté.

familiasur.org

La reciprocidad y el cuidado como base de la pareja

¿Por qué alguien puede llegar a odiar a alguien a quien se supone que amó? En algún tramo de este tremendo cambio debe de haber engaños y mentiras. Desde el principio, puede ser que nunca se amó y que la pasión y el deseo se confundieron con amor. O puede que se trate de una enorme decepción por una gran humillación.
Tal vez la respuesta puede estar del lado de la indiferencia, de no dar importancia, de no atender las necesidades psicológicas, físicas, morales y espirituales
El amor romántico tiene tres elementos básicos que son: la protección, el cuidado y el sexo y que cuando falla o desaparece alguno de estos elementos lo que queda no es precisamente amor, exceptuando el caso de las altas edades o en la senectud, en que por razones obvias lo más importante resulta ya, la protección y el cuidado en las parejas.
Entonces, no es sólo la atracción lo que mantiene juntas a las parejas, sino que el cuidado mutuo también juega un papel. Tal cuidado emocional puede operar en cualquier relación.
El cuidado emocional en una pareja romántica aparece de dos modos principales: proveyendo una base segura en donde cada integrante pueda sentirse protegido, y ofreciendo un refugio seguro en donde cada integrante pueda enfrentarse al mundo.
Idealmente ambos integrantes deberían ser capaces de alternar fluidamente de uno a otro rol, proveyendo refugio o recibiéndolo, de acuerdo a las necesidades.
Tal reciprocidad marca una relación saludable.
Nosotros suministramos una base segura siempre que vamos al rescate emocional de nuestra pareja, ayudando a resolver un problema angustiante, otorgando calma o sencillamente estando presente y escuchando.
Una vez que sentimos que una relación nos ofrece una base segura, nuestras energías están más libres para enfrentar desafíos.
Un sentido de seguridad mayor parece liberar una abundante dosis de atención y energía frente a las necesidades ajenas.
La gente segura es más propensa que otras a ocuparse activamente del cuidado de sus relaciones, ya sean las madres ayudando a sus hijos, la pareja romántica ofreciendo apoyo emocional a su compañero que se siente en dificultades, el cuidar de parientes ancianos, o el ayudar a un  desconocido necesitado.
El cuidado fluye más plenamente cuando nos sentimos seguros, en posesión de un fundamento estable que nos permite sentir empatía sin sentirnos desbordados.
El saberse cuidado nos libera para cuidar a los demás, y cuando no nos sentimos cuidados, no podemos cuidar bien a otros.
Hoy en día, la neurociencia argumenta que cuando una necesidad primaria no es satisfecha, digamos el contacto sexual o el cuidado del otro, entramos en un estado constante de insatisfacción, que puede manifestarse sutilmente como una vaga frustración, o visiblemente, como un rencor continuo.
Estas necesidades primarias, cuando se ven frustradas, se infectan. La señal de tales descontentos neurológicos son los primeros síntomas de una relación en peligro.

Por: Jorge Madrigal Fritsch. (familiasur.org)

Padres e hijas: una relación de afecto y de límites

Un ambiente difícil
Por su experiencia, la pediatra y consejera familiar, Meg Meeker señala que las chicas de hoy se encuentran expuestas a más riesgos que las de antes (trastornos alimentarios, enfermedades de transmisión sexual, depresión, fracaso escolar, alcohol, drogas...); y son los padres los únicos que pueden interponerse entre ellas y el ambiente social que las rodea.
Vogue y Cosmopolitan le dirán a su hija de 18 (o de 10) años que su valor e importancia se basan en tener una figura esbelta y un pecho atractivo, en llevar vestidos caros y a la moda y en ser una de esas chicas en las que se fijan los hombres”.
Meeker pide realismo a los padres. El hecho de que sus hijas estudien en un colegio privado o en uno religioso, dice, no las inmuniza contra el ambiente. Entonces, ¿qué se puede hacer?
“Sí, es cierto que tanto la televisión como la música, las películas y las revistas ejercen una enorme influencia sobre las chicas, marcando las pautas de lo que deben pensar y vestir (...), pero su influencia no llega, ni con mucho, a la que puede ejercer un padre”.
Ella necesita un héroe
Con frecuencia las chicas asignan el papel de héroe a su padre, normalmente sin que él lo sepa. Desde pequeñas piensan que ellos son los más fuertes, los más inteligentes y los más capacitados del mundo. Cuando las hijas crecen, se dan cuenta de que, en realidad, sus padres son personas corrientes. Pero no importa: ellas seguirán pensando que son héroes, siempre que ellos vivan con integridad y honradez.
Las chicas esperan que el matrimonio de sus padres dure, aunque esto suponga muchos sacrificios. Si un esposo permanece junto a su mujer a pesar de las dificultades, se convertirá en un héroe para su hija. Pero si la abandona, el héroe se derrumba. Es aquí donde entra en juego la fidelidad.
Tiempo y atención
La mayoría de los padres se alejan de sus hijas adolescentes, pensando que necesitan más libertad y más espacio para desarrollar sus actividades. Frente a este modo de pensar, Meeker recomienda a los padres que pasen tiempo con sus hijas y que les presten atención. “Haga lo que haría naturalmente, como hombre que es: pase más tiempo escuchando que hablando. Si la escucha, ella se sentirá querida”.
La cultura dominante nos ha hecho olvidar que los hombres y las mujeres piensan de forma diferente. Un padre puede ver un partido de fútbol con su hijo, sin decir una palabra, y sentirse los dos a gusto. Pero las hijas no están hechas de la misma pasta. “Esté donde esté, asegúrese de que ella percibe que usted se da cuenta de que está a su lado. Hágale preguntas y escúchela. Las chicas odian sentirse invisibles”.
Atreverse a establecer reglas
En la década de los 70 del siglo XX, el padre fue presentado como una figura autoritaria que pretendía imponer sus normas a una juventud ansiosa de libertad. Hoy en día esta idea ha calado en la mente de muchos padres; temen que si imponen a sus hijas demasiados límites, ellas se rebelarán.
Frente a este planteamiento, Meeker asegura que la autoridad no provoca traumas a las hijas; al contrario, es lo que más les acerca a sus padres y lo que hace que les respeten más. De hecho, las chicas más problemáticas e infelices son las que han tenido padres permisivos.
Algunas de estas chicas acuden a la consulta de Meeker y se quejan de que sus papás nunca se han atrevido a establecer reglas. “Hablan de padres que quisieron evitar a toda costa cualquier tipo de conflicto, y que, por consiguiente, no han querido comprometerse hablando con sus hijas, o enfrentándose a ellas cuando se equivocaban en sus decisiones”.
Meeker considera que ellos tienen que recuperar la confianza en sí mismos y no tener miedo a educar según les dicte el sentido común.
“Permítame que le cuente un secreto sobre las hijas de todas las edades: les gusta presumir de lo duros que son sus padres, no sólo físicamente, sino también de lo estrictos y exigentes que son con ellas. ¿Por qué? Porque esto les permite darse tono sobre lo mucho que ellos las quieren”.
La religión importa
A nadie le extraña que los padres traten de enseñar a sus hijos todo lo que saben de literatura, matemáticas, historia o geografía. Sin embargo, cuando se trata de hablarles sobre Dios, algunos optan por escurrir el bulto. Es preferible, piensan, dejarles libres y no imponerles las propias convicciones religiosas.
Este modo de pensar, explica Meeker, no tiene en cuenta un dato básico: que todos los seres humanos tenemos un interés natural por lo religioso.
“Los niños –explica Meeker– siempre quieren saberlo todo sobre Dios. Sus preguntas son intuitivas. Si usted no proporciona una guía a su hija, ella buscará las respuestas por su cuenta; lo que quiere decir que su autoridad quedará suplantada por la de otra persona. Su hija necesita a Dios por dos razones: porque necesita ayuda y porque necesita esperanza. Él le proporciona esa ayuda y le promete que su futuro será mejor”, concluye Meeker.

Por: Juan Meseguer Velasco. Fuente: familiasur.org

martes, 11 de enero de 2011

El duelo compartido con los desconocidos

Es frecuente, desde hace siglos, que un artista cree una obra en la que evoca a un allegado fallecido. Ahí están las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique (escrito en el siglo XV, hacia el 1476), los poemas en los que Rosalía de Castro plasma en el XIX su dolor por la pérdida de su madre y la de uno de sus hijos en un accidente. Una tragedia similar a la que llevó a Eric Clapton a componer Tears in heaven en memoria de su hijo Conor en 1991. También existen dolientes desconocidos que vuelcan su dolor en un libro o en un blog a la vista de desconocidos. ¿Por qué lo hacen? ¿Les alivia? ¿Les consuela? ¿Qué opinan los terapeutas?

Primero, una aclaración: el duelo no es una enfermedad, es un proceso natural, recalcan los expertos. "El duelo no se cura, hay que vivirlo, atravesarlo. Generalmente implica una serie de sentimientos: tristeza, soledad, rabia, culpa, impotencia, miedo... Sentimientos que no se deben posponer o eliminar, la única manera de solucionarlo es vivirlo, aunque podemos intentar aliviarlo", explica Saray Rodríguez, psicooncóloga de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en Madrid. En este caso tampoco vale aplicarse una receta que a otro le ha funcionado, advierten también los terapeutas. "No existe un duelo igual a otro, por eso no me atrevo a dar consejos así. Tengo pocas certezas sobre el tema. Una es que los duelos duelen. Otra, que el ser humano está fisiológicamente preparado para atravesarlos. El instinto de cada uno dirá si el modo de afrontarlos es escribir un libro o un blog, pintar un cuadro..." o nada de esto, afirma Sara Losantos, responsable del área de psicología del duelo de la Fundación Mario Losantos del Campo. Pilar Pastor, terapeuta de la misma fundación, dice que "hacer duelo es afrontar el dolor, ponerle palabras".

Pedro Alcalá era paciente de Sara y es el autor de La mujer que me escucha. Testimonio de un padre en duelo (Plataforma Editorial). Ella es la terapeuta que se sentó frente a él una vez por semana durante hora y media en una veintena de sesiones tras la muerte del pequeño de sus dos hijos. Diego Alcalá Rivero tenía 10 años cuando un sábado del invierno de 2009 le cayó encima la cubierta del banquillo en un campo de fútbol.

Su padre pretende que sus vivencias sean un espejo en el que otros dolientes sumidos en ese trance puedan mirarse, que sepan que lo que están viviendo ya lo han vivido otros, que no se sientan extraños, cuenta. Una mañana reciente Pedro relataba que, tras la tragedia, se encontró con muchísimos sentimientos inesperados. "A mí [escribir] el libro me ha servido para poner en orden sentimientos, emociones. No sé definir si sigo de duelo, aún me duele, pero tengo capacidad de ilusionarme, puedo acordarme de Diego con recuerdos positivos", explica.

Cómo se vive el duelo depende de la persona que lo vive y de muchos otros factores, indica la terapeuta Rodríguez, que enumera varios: "La edad del fallecido, la del doliente, si su relación era buena, si era ambivalente, no es lo mismo que la muerte sea en accidente que tras una enfermedad, lo que a uno le ayuda a otro no le ayuda o incluso le empeora". O de si uno cree en Dios o no. Esta psicooncóloga sostiene que hacer duelo en condiciones es cada vez más difícil. Rodríguez detalla algunos obstáculos: "La propia configuración de las familias hace que a menudo no haya sitio para el duelo... También las prisas, porque te tienes que incorporar al trabajo [el permiso oficial es de dos días, cuatro si acudir al sepelio requiere viajar], y además en Occidente intentamos sacar el sufrimiento de la vida".

A su juicio, hacer un libro "es una forma de darle permanencia al ausente, de perpetuar su memoria, de homenajearle". Por ejemplo, En la mujer... descubrimos que Diego jugaba en los alevines del Atlético de Madrid aunque su corazón estaba con el Barça o que este chaval que de mayor quería ser científico de animales cantaba entusiasmado Gun's N'Roses, Deep Purple o Led Zeppelin. Rodríguez relata que a los dolientes "les preocupa mucho olvidar, creen que soltar el dolor es olvidarte" del allegado.

"¿Sabrías mi nombre si nos encontráramos en el cielo?", le canta Clapton a su hijo Conor, que murió a los cuatro años al caerse por una ventana de un piso 53º. Otro verso de Tears in heaven dice: "Tengo que ser fuerte y seguir adelante". Aquel suceso fue "una paradoja cruel, sirvió para que Clapton tuviera el mayor éxito de su carrera", cuenta el crítico musical Diego A. Manrique. "Esa tragedia hizo que la gente descubriera que Clapton, un hombre seco, tenía capacidad para emocionarse ante las adversidades de la vida". Manrique recalca que Clapton "es un guitarrista de blues, de pura catarsis, de medicina, de 'toco aunque duela porque cura".

La última canción del nuevo disco de Dani Martín, ex de El Canto del Loco, también nació de una tragedia personal. Se titula El cielo de los perros y está dedicada a su hermana mayor, una veterinaria treintañera que murió súbitamente en 2009. El cantante encontró en su interior las herramientas que necesitaba para seguir adelante. "De repente, aparece un personaje que no conocía, dentro de mi persona, que se hace cargo de cosas que ni yo pensaba", contaba Martín en una entrevista para El País Semanal en octubre. Los terapeutas sostienen que ante el duelo uno pone en marcha recursos que ya usaba antes. Si nunca has escrito una canción no es probable que te dé por componer.

En realidad, el libro de Alcalá no nació con vocación de llegar al estante de una librería. Ese texto era el testimonio que se solicita a los pacientes al acabar la terapia, que es gratuita. Su autor, escritor aficionado desde muy joven, lo escribió "a borbotones" y lo entregó a la Fundación Mario Losantos del Campo (por cierto, el padre de Sara, la psicóloga). Le costó bastante superar el pudor al sopesar si aceptaba la propuesta de publicarlo. "Es muy evidente que [escribir su testimonio] ha sido terapéutico para él", afirma.

Candela Molina Gutiérrez, 18 años recién cumplidos, no tuvo dudas sobre cómo llamar a su blog, Una vida perra. Aunque hace años tuvo una bitácora de poesía, esta la abrió después de que un delincuente asesinara a sus padres en abril pasado en Marruecos. Cuenta que, tras el crimen, cada vez que entraba en la red social Tuenti en el recuadrito para describir cómo te sientes escribía "¡Qué vida más perra!". La bitácora está dedicada a ellos, a Emilio y a Pilar. "Cuando escribo no estoy pensando en quién lo lee. Vomito las letras. Me gusta escribir. Es mi manera de desahogarme", explicaba recientemente en un café, sentada al lado de su tía paterna, Cecilia, con la que ahora vive.

"Escribir en sí me alivia, me agrada que [otros internautas] me contesten, que me recomienden libros, que me digan cosas bonitas, pero ahí no hay consuelo. El consuelo tiene que ser más personal, de tú a tú, no por Internet", recalca la joven. Otras cosas que escribe -un diario, reflexiones sobre filosofía y psicología, apuntes sobre su estado anímico, etcétera- no van a Internet, se las queda para sí misma. Candela da la impresión de ser alguien sensible y simultáneamente muy fuerte cuando explica cómo ha cambiado su visión del mundo: "Cuando lo pierdes todo, eres más libre para elegir cómo quieres construir".

La estudiante, que saca buenas notas, no le contó a su psicóloga que había estrenado blog, sino que se enteró por terceros, por la tía. Dio su visto bueno. "Le pareció bien. Sabía que escribir era lo mío", dice la joven, que considera la bitácora una terapia para sí misma y para sus lectores, que quizá, leyéndole, pueden poner en perspectiva sus vivencias. Cecilia, inmersa en su propio duelo, subraya: "Lo saludable es ir abriendo válvulas para no explotar, cada uno lo hacemos como podemos".

Flor Zapata, autora de la bitácora ¡Quiero conducir, quiero vivir!, tenía una única hija, Helena, a la que un conductor bebido mató en 2005. "Escribir para concienciar, prevenir, denunciar, alertar a otros de los peligros de una conducción no responsable era una forma de canalizar mi rabia, de mantenerme viva y sí, de aliviar mi dolor, pensando que podía hacer que no les pasara a otras madres", explica en un correo electrónico. Así nació el blog: "La directora de una revista de automóviles, a la que amenacé con denunciar si de su chat no eliminaba algunos comentarios de usuarios sobre cómo evitar un control de alcohol, me conoció, eliminó el chat y me sugirió hacer un blog para escribir y seguir con la lucha de la concienciación". A su psicóloga le pareció bien, a su psiquiatra al principio no.

Todos los afectados consultados coinciden en que se habla poco del duelo. La señora Zapata añade que "ahora, la vida, la sociedad, te exigen estar, a los pocos días, nuevamente en tus actividades, trabajo, amistades, como si no hubiera pasado nada. Casi se oculta, se evita hablar de ello". La terapeuta de la AECC cree necesario "acompañar al doliente durante más días, es un compromiso pendiente". Porque, explica, el apoyo se suele concentrar en el día del fallecimiento y los siguientes, cuando uno está conmocionado. "Y el sufrimiento real viene luego, al volver a la vida normal sin el ser querido. Y entonces, el apoyo social ya no está".

Existen frases hechas, pronunciadas siempre con afán de consolar y con la mejor intención, que resultan contraproducentes a los dolientes. Alcalá pone un par de ejemplos: "La frase 'es cuestión de tiempo' te desata la impaciencia y además solo es cierto si pones de tu parte. Otra frase habitual es '¡qué valientes sois! Si me pasa a mí, me muero', y tú piensas '¿por qué no me he muerto?'. Y eso te lleva a la culpa, que está muy presente".

¿Y qué agradece el doliente? "Lo mejor es prestarle atención y darle cariño", responde sabedor de que cada uno vive la pérdida de un ser querido a su modo y a su ritmo. Su hogar es un ejemplo. Su esposa, Teresa, es "más emocional, de sacarlo fuera" y su hijo Jorge, de 18 años, "lo ha llevado con mucha normalidad, con menos picos, su canal es la guitarra".

Para este padre de familia los gestos son importantísimos, esenciales. Los ha habido grandes como aquel minuto de silencio en el Calderón, en el Atlético-Barça, (allí estaban los Alcalá Rivero en un lugar discreto, "es doloroso, pero te llega"). Y muchos pequeñitos, "como aquel roce de complicidad en el codo que me hizo un colega o aquel hombre que no conocíamos que nos agarró la cara y simplemente sonrió sereno", rememora. Luego supieron que también había perdido a un hijo.

elpais.es

Las familias con hijos comen peor que las que no los tienen

Por Julián Gallo, Lunes 10 Enero 2011


Pirámide alimentaria creada en 1992 por Departamento de Agricultura de los Estados Unidos

La imagen de una familia con hijos sentada alrededor de una mesa comiendo platos con alimentos bien escogidos y preparados en casa, podría confirmarse como un mito. De la misma forma puede decirse sin error, que es un prejuicio creer que las personas que no tienen hijos y no requieren de rígidas rutinas, son desordenados en sus hábitos alimenticios. Es exactamente al revés, al menos para un estudio realizado en Gran Bretaña.

En efecto, un profundo estudio sobre comportamiento alimentario recientemente publicado por la University of Reading, en Inglaterra, demostró que las familias que tienen hijos desarrollan una dieta de peor calidad que la de aquellos que no los tienen. El estudio se realizó sobre una muestra formada por 7014 familias que, a requerimiento del gobierno británico, registraron un diario con todas sus compras de alimentos durante dos semanas.

Las estadísticas demostraron que en promedio, las parejas sin hijos comieron más de 2 kg de frutas y verduras que las familias con hijos durante las dos semanas observadas.

Profesor Richard Tiffin

El profesor Richard Tiffin, Director del Centro de Seguridad Alimentaria de la Universidad, dice “De estos patrones de consumo, existen claras implicaciones sobre la salud que sugieren que podrían ser necesarias intervenciones específicas para resolver problemas de salud relacionados con la dieta del futuro.” Por razones no explicadas en el informe que se publicó, los datos del estudio concluyeron que en los hogares con niños desciende la demanda de frutas, hortalizas y carne, y aumenta la de lácteos , cereales y papas.

En el mismo estudio pudo registrarse los efectos sobre la dieta que tienen los bajos salarios y la desocupación. Al comparar la dieta las compras alimentarias de una persona desocupada con otra idéntica pero con empleo, puede observarse que la primera consume 3 kilogramos menos de frutas durante el mismo período de dos semana.

Triffin agrega: “El estudio demostró que las familias con mayores ingresos consumen más frutas, más hortalizas y carne” estos datos son fundamentales para desarrollar políticas públicas de lucha contra enfermedades crónicas relacionadas con la dieta, lo que representa uno de los retos más importantes de la salud pública para el siglo XXI.”

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Terapia de grupo para adelgazar

Dos mujeres con sobrepeso, en un restaurante de comida rápida. | Reuters

Dos mujeres con sobrepeso, en un restaurante de comida rápida. | Reuters

Si dejamos de lado su apariencia física –ha perdido 27 kilos–, el principal cambio de Valentín se ha producido a nivel mental. En dos años, ha pasado de ser sedentario a acudir al gimnasio todos los días; de las frituras y comidas precocinadas a los platos caseros y equilibrados; de pensar que su obesidad no tenía solución, a dar saltos de alegría cuando el pasado 28 de diciembre pesó «por fin» los dos dígitos (99 kilos). La llave para esta nueva vida, según sostiene, se la dieron en su hospital, el Son Dureta de Palma de Mallorca, uno de los pocos de España que ofrece un programa completo para personas obesas.

Este proyecto es relativamente nuevo (lleva unos 18 meses en pruebas) y pretende demostrar los beneficios de la terapia en grupo frente al tratamiento convencional en la consulta e, incluso, frente a la cirugía bariátrica (reducción de estómago). Desde su inicio, un grupo de expertos, ligados al Instituto de Investigación en Ciencias de la Salud de la Universidad de las Islas Baleares (Iunics), ayuda y estudia a 180 personas obesas: 60 forman parte de grupos como el de Valentín; otras 60 acuden a su cita habitual con el nutricionista; y otras 60 se han sometido a cirugía.

"Pasado un año, el apoyo grupal se tradujo en una pérdida media de peso de un 10%, frente al 25% logrado por las intervenciones quirúrgicas", declara Barto Burguera, director de la Unidad de Investigación/Caiber del citado hospital universitario.

Multidisciplinar

Lejos del desánimo y la frustración que sufren tanto los pacientes como sus médicos con las dietas restrictivas que no se cumplen, son varios los especialistas que recomiendan las actuaciones multidisciplinares que reeduquen a los individuos: nutrición, deporte, psicología y, si es necesario, medicación. Y hacerlo en grupo, por dos razones: para que se apoyen los unos a los otros y como respuesta a la sobrecarga de trabajo que supondría realizar este tipo de terapia de manera individual. "Nos han enseñado que esto es como una cuenta corriente: tanto gastas, tanto ingresas. Hay que equilibrar lo que se come con el ejercicio que se hace", afirma Valentín.

A tenor de los resultados obtenidos durante el primer año, Burguera opina que esta ayuda podría sustituir a determinadas cirugías. "El problema está en el cerebro y no en el intestino o en el estómago", recalca. De hecho, como él mismo aclara, ni siquiera los que se operan tienen asegurado el éxito a largo plazo si no se modifican sus hábitos. "No se puede operar al millón y medio de españoles con sobrepeso. Hay que desarrollar alternativas siendo conscientes de la situación actual: pocos hospitales cuentan con un dietista; sólo hay un medicamento contra la obesidad que esté aprobado y las terapias de grupo no están estandarizadas", reclama.

Belén Silveira y Aurelio Martín Sueiro son especialistas en Endocrinología y Nutrición del Hospital Infanta Leonor (Madrid) y del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (Galicia), respectivamente, y están al frente de sendos programas para combatir la obesidad a base de información, enseñanza y apoyo grupal. "La pérdida de peso les suele resultar más fácil de lo que pensaban. Entre la población española existen muchos mitos en torno a la alimentación que debemos desmentir", afirma Silveira. Esta experta ha atendido ya a unos 150 pacientes que, pasado un año y en un 75% de los casos, perdieron un 10% de su peso. Una cifra similar a la obtenida en Mallorca.

Para Martín Sueiro, investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición(CIBERobn), "se debería explorar más firmemente la terapia grupal". Pero, como él mismo matiza, hay que saber ponerla en marcha y seleccionar muy bien a los pacientes, porque no siempre funciona adecuadamente."Puede ayudar si el grupo es homogéneo y los sujetos se refuerzan los unos a los otros", destaca.

Realizar ejercicio; comer cinco veces al día; dormir siete horas; beber un litro y medio de agua al día... Pautas tan sencillas como éstas, acompañadas del apoyo emocional que puede dar el grupo, no sólo reducirían las tasas de obesidad sino también la incidencia de los trastornos asociados a la misma: diabetes tipo 2, apnea del sueño, problemas cardiovasculares... Valentín lo tiene claro: "Cuando entré en el grupo había sufrido un infarto cerebral; dormía con una máquina para respirar; y me dolían mucho las rodillas. He ganado en calidad de vida".

elmundo.es

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