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martes, 15 de febrero de 2011

La falta de juego puede traer problemas en la vida adulta

En la interacción libre con sus pares, los nenes aprenden las habilidades necesarias para tener éxito al crecer, sostienen los especialistas. Y advierten que los videojuegos no estimulan la creatividad. Divertirse con otros chicos es clave para el desarrollo

La pregunta surgió de un debate entre médicos, psicólogos y educadores en los Estados Unidos. “¿Cuántos chicos de entre 5 y 8 años son capaces de dominar el celular inteligente de sus padres y cuántos de esos chicos tienen la iniciativa de llamar a sus amigos para organizar un partido de fútbol?”. No fue necesario discutir la respuesta para entender que algo ha cambiado en el proceso educativo, más allá de los conocimientos que adquieren en la escuela.
La cultura del juego recreativo como espacio de formación está desapareciendo, en especial en las grandes ciudades.
Y las consecuencias pueden ser importantes en la vida adulta ya que, sostienen los especialistas, la mayoría de las habilidades sociales e intelectuales que uno necesita para tener éxito en la vida y el trabajo se adquieren por primera vez a través del juego y durante la infancia.
Los chicos aprenden a controlar sus impulsos, resolver problemas, negociar, pensar con creatividad y trabajar en equipo cuando juegan en un arenero o construyen un fuerte con almohadones. “Jugar es algo natural que los animales y los humanos hacen. Pero no sabemos por qué, de alguna manera se lo hemos quitado a nuestros chicos”, dice Kathy Hirsh-Pasek, investigadora de la Universidad de Temple, en Filadelfia, Estados Unidos.
“La creatividad y curiosidad infantil desplegada a través de la espontaneidad esperable del juego de todo niño, contribuye al desarrollo de una personalidad sana”, dice Ana Rozenbaum de Schvartzman, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina. “Jugar poco torna imposible el despliegue imaginativo que el niño necesita para edificar sus propias construcciones y fabulaciones, ya que el juego está íntimamente ligado a la fantasía”, concluye.
Una de las razones por las cuales se ha perdido ese tiempo es porque buena parte de esas actividades se concentran en la computadora. Pero los expertos definen jugar como una actividad iniciada y dirigida por chicos, con sus propias reglas, algo que no sucede en muchos de los videojuegos. “Los videojuegos pueden ser un complemento, pero para el desarrollo y la salud emocional es esencial el juego libre, creativo, sin reglas fijas y en donde se gana sólo por el placer que produce”, analiza Pedro Horvat, psiquiatra y psicoanalista.
José Sahovaler, psicólogo especialista en niños y adolescentes, remarca que el juego cambió, como ha sucedido a lo largo de la historia. Y que en la computadora no hay un otro con quien jugar: el juego está mediatizado por lo que pensó un grande. “Para el chico, jugar es aprender y una forma de entrenarse para el mundo adulto”, asegura. En el caso de que ese juego no sea suficiente, el individuo no logra desarrollar su parte creativa y de mayor pueden manifestarse varias patologías. Citando al psicólogo inglés Donald Winnecott, Sahovaler enumera posibles adicciones, trastornos psicosomáticos, poca capacidad de libertad y pensamiento, y hasta fanatismo.
Como en casi todos los aspectos educativos, los especialistas apuntan a los padres y su ejemplo. Los defensores de este movimiento pro juego hablan de tolerar una mayor informalidad en las actividades de los chicos y menos estructuras en el hogar. Jugar en casa, por ejemplo, supondrá desordenar y correr algunos muebles de lugar. “Asegurar el lugar del juego creativo nos debe llevar a una reflexión acerca del tipo de vida que elegimos, tanto para los chicos como para los padres”, plantea Horvat. Para Miguel Alemán, pediatra, deportólogo y entrenador de rugby, hay también una cuestión social muy importante, y es que hoy los chicos están casi todo el día en el colegio. “Por un tema de tiempos, ya casi no existe la cultura de llevarlos a un club o a la plaza –afirma Alemán–. Frente a la computadora están sentados y aislados. Y se advierten problemas con la motricidad. Los chicos más acostumbrados a jugar tienen una mejor motricidad y también mejor capacidad física y de resistencia”.
No hay acuerdo respecto de cuánto tiempo se debe destinar al juego. Pero sí todos reconocen que cuanto más tiempo se le dedique, mejor. Jugar es, después de todo, una de las partes más divertidas de la vida.

Alternativas para no aburrirse
El hecho de que viva en un departamento no convierte a Catalina Oliveri en una nena sedentaria. “Por suerte vivimos cerca del Parque Saavedra, entonces tenemos una alternativa para que ella pueda andar en bicicleta”, dice su papá Hernán. Es clave incentivarla a jugar y buena parte de la tarea se da de manera natural porque su mamá Alejandra es profesora de Educación Física. “Hay que pensar todo el tiempo en alternativas para que no se aburra”, dicen los padres. La vida cargada de obligaciones complica algunas cosas, pero Catalina tiene abuelos jóvenes que se ocupan de la nena, todavía en edad de preescolar: “Entre todos tratamos de que tenga siempre alguien con quien jugar”.

Imaginación sin reglas
Los especialistas definen como juego aquella actividad que es iniciada y dirigida por los chicos. Por eso, dicen, los videojuegos no cuentan salvo aquellos que supongan la creación de algo.
El juego en la infancia es fundamental para adquirir las habilidades sociales e intelectuales que uno necesita para desempeñarse en la vida y el trabajo. Los chicos aprenden a controlar sus impulsos, a resolver problemas, negociar, pensar con creatividad y trabajar en equipo cuando juegan en un arenero o construyen un fuerte con almoha

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La meditación, una práctica que gana seguidores cada díaLa meditación, una práctica que gana seguidores cada día

Muchos médicos la recomiendan por sus beneficios. En los últimos cinco años, la cantidad de gente que asiste a los principales centros de enseñanza del país se triplicó. Dicen que mejora la conexión entre neuronas y reduce el estrés y la presión arterial.

La mente vuelve al pasado y recupera momentos de discusiones, culpas y recriminaciones. Pasa al futuro y se preocupa por lo que le falta o por lo que puede perderse, y se enreda en pensamientos negativos. Hasta que se toman clases de meditación y todo empieza a cambiar. La mente puede aquietarse y mantenerse en el presente, un logro simple pero con tantos beneficios para la salud que más argentinos están dispuestos a conseguir. En los principales centros donde se enseña a meditar en la Argentina se han triplicado los asistentes durante los últimos cinco años.
Se trata de una práctica simple y milenaria, que fue desarrollada en Asia a través de diferentes técnicas y que ahora gana legitimación dentro de la comunidad científica y médica. Se han realizado más de 2.000 estudios que evalúan en algún aspecto la práctica de meditación, tanto para personas sanas como para las que sufren algún tipo de enfermedad. Y los resultados son favorables a la práctica. Por empezar, no tiene efectos colaterales y permite obtener una perspectiva diferente frente a situaciones estresantes y reducir emociones negativas.
“A través de la meditación, ya está comprobado que se producen cambios en las conexiones neuronales del cerebro, y hay modificaciones notables en la concentración, la memoria y el sueño”, cuenta Alejandro Chaoul, argentino, doctor en religiones tibetanas y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Texas, en los Estados Unidos. Este especialista también trabaja con los beneficios de la meditación para los pacientes con cáncer. “En pacientes oncológicos encontramos que la meditación mejora su calidad de vida y la adherencia al tratamiento convencional”.
Aunque un paciente generalmente espera que los médicos le receten fármacos, ya hay profesionales que aconsejan también la meditación como complemento de los tratamientos para desórdenes como alergias, trastornos de ansiedad, depresión, fatiga crónica, enfermedad cardíaca, hipertensión, dolor crónico, obesidad problemas del sueño y drogadicción. “Se está utilizando para las personas con psoriasis y con esclerosis múltiple, entre otras patologías. En esos casos, la mejoría se nota en la aceptación de la enfermedad, la adaptación para funcionar en su verdad cotidiana y el estado de ánimo de los pacientes”, agrega Fernando Torrente, jefe de psicoterapia del Instituto de Neurología Cognitiva. La meditación ayuda a convivir con la enfermedad. Y al que no está enfermo, lo auxilia para desacelerarse frente al ritmo frenético de la sociedad actual.
Además de las clases en los centros privados, la meditación tiene espacio en hospitales públicos como el Hospital Presidente Perón de Avellaneda y en lugares públicos. Por ejemplo, el encuentro “América Medita”, organizado por la Fundación El arte de vivir, contó con 17.370 personas en 44 ciudades argentinas en octubre pasado. “Es increíble la cantidad de personas que se anotan para nuestro campo de verano en Córdoba, que consiste en un retiro para meditar”, cuenta Toshiro Yamauchi, de la Asociación Zen de América Latina. El lunes y martes pasado, en el conocido parador CR de Pinamar, se realizó una meditación masiva, con muchísima concurrencia.
¿Por qué gana seguidores? “Nada está garantizado, ni con seguros ni cajas fuertes”, responde Moira Lowe, de la coordinación de Universidad Espiritual Mundial Brahma Kumaris. “Con la meditación, el alma se aquieta y, frente a situaciones de peligro, se pueden tomar buenas decisiones. No es poner la mente en blanco, sino calmarse para sentirse seguro”.
El origen
La meditación tiene origen en Asia. Diferentes culturas la desarrollaron a través de distintas técnicas desde hace más de 2.000 años. En la tradición del Tíbet, se habla de 84 mil técnicas, cada una efectiva para sobreponerse al apego, confusión, celos, orgullo e ira. Uno de los símbolos es el Om (imagen): se usa como un sonido para calmar y enfocar la mente, explica Alejandro Chaoul.

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