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lunes, 1 de marzo de 2010

Para vos que perdiste un ser querido...

Querido hijo:

¡Cómo deseo poder estar, en estos momentos, más cerca de vos que nunca! ¡Cómo deseo poder traer a tu golpeado corazón, unas palabras de aliento y un abrazo que te consuele!

Yo también conozco el dolor frente a la pérdida de un ser querido... tan querido como mi propio hijo Jesús. Yo también conozco el dolor que parece una espada que te atraviesa el pecho.

Conozco la soledad que se siente cuando ya no tenés más a aquel con quien has compartido tan hermosos años.

Conozco tu dolor, tu angustia... esos días en que todo parece que grita su ausencia...

Por eso, déjame abrazarte, comprenderte, hablarte... Vamos acercarnos juntos con fe, al corazón de Dios. El es el único que puede dar sentido a este misterio tan profundo que es la muerte.

Él es el único que puede devolverte la alegría, el sentido, la fuerza para asumir este momento.

Vamos acercarnos a Él y a dejar que brote una pregunta:

-“Señor, mi hijo, mi esposo, mi amigo, mi padre... ¿está contigo?, ¿está bien, Señor?”

Y deja que en tu propio corazón se escuche esa voz de Dios que nace de la fe; esa voz de Dios quizás tenue., quizás débil, pero que poco a poco ser va a ir haciendo más firme.

-“Sí, está junto a mí, está sentado a mi mesa... no te preocupes, está bien.

No tengas miedo Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirás para siempre...

En la casa de mi Padre hay lugar para todos; en la casa se mi Padre hay un lugar especialmente reservado para aquel a quien tú tanto amas.”

Aquel a quien tú amas, no ha muerto para siempre. Está conmigo. Lo tengo abrazado con toda mi fuerza, y por fin, ha podido disfrutar de ese cara a cara para el que un día yo le di la vida.

Cuando llegó a mi presencia, yo lo abracé... lo cubrí de besos. Sequé, una a una, sus lágrimas: todos esos pequeños o grandes dolores que la vida le había traído. También curé y besé una a una sus heridas y le hice descansar en mi regazo. Así mucho tiempo sin que nadie lo interrumpiera... y en ese largo abrazo pudo comprender que toda su vida, toda su historia, era una historia besada y abrazada por mí, y que, si había vivido momentos de más fragilidad, en mis ojos no había ningún reproche”.

Dios tenga en su presencia a nuestro querido "Simo", esposo de la Lic. Noemí Rascio y a ella le de consuelo, la fortalezca y la bendiga y cuide siempre para seguir sembrando amor y esperanzas como siempre lo hace.
¡¡¡Animo, Noe, somos muchos los que te queremos!!!!

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